Por Carolina Córdoba *
“El amor que nos negaron es nuestro impulso
para cambiar el mundo y lo estamos logrando.” Lohana Berkis
Febrero o Februarios, según la agenda
pagana, recibe el nombre de la diosa Februa, madre de Marte y de Plutón. Entre
los romanos era el mes de las fiestas Lupercales y las ceremonias purificadoras
donde se llamaba februa a las tiras de piel de macho cabrío con que los celebrantes
azotaban a las mujeres no sólo para “limpiarlas” sino, además, para propiciar
la fertilidad y facilitar el parto.
En nuestro país, rituales más afectuosos lo
celebran como el mes de los enamorados con festejos que nacen en la Edad Media
europea y recuerdan el día en que San Valentín fue decapitado por casar en
secreto a soldados que en la Roma de Claudio II lo tenían prohibido. Así es
que, el 14 de febrero, abundan corazones rojos rodeando a Cupido que, según la
mitología romana es hijo de Venus (diosa del amor, la fertilidad y la belleza)
y de Marte (dios de la guerra). Ese niño alado dispara sus flechas caprichosas
y en febrero, ya sea corto o bisiesto, custodia al Amor que, con mayúscula,
luces y lentejuelas resplandece a través de sus íconos más tradicionales en
vidrieras y escaparates. El mercado se despliega a través de atractivas ofertas
acompañado en su tarea de producción y reproducción de significados por la
educación, la familia, las amistades, la
religión, los medios de comunicación. En medio,
y bajo el arco más vasto de la
sociedad patriarcal, sobrevuela el denominado amor romántico que irrumpiera
entre el Renacimiento y la Modernidad
reconociendo un amor heterosexual en el cual dos mitades, un varón y una
mujer, se atraen y se complementan. Modelo que, más tarde el
Capitalismo unirá a la monogamia y los signará como preceptos encargados de
disciplinar el género.
De modo que Eros, dios del amor en la
mitología griega, hijo de Ares y
Afrodita (diosa del amor), atraviesa todos los momentos de nuestras vidas, irrumpe y desacomoda, abre puertas y descubre
sentidos. Desborda todas las expresiones artísticas que, desde Romeo y Julieta
hasta El Beso de Klimt comparten los mandatos culturales de cada época y
encorsetan las relaciones amorosas.
Hoy, también circula, unido a las
narrativas políticas del momento, mediante
imperativos e ideales que, en busca de ”La Felicidad”, ofrecen seductoras
fórmulas y refuerzan la domesticación de
los cuerpos. Invitaciones más “light” que aún, entre sus sugestivas opciones, ocultan ciertas moralinas, señalan ”lo normal” y rechazan
toda forma de erotismo que no se inscriba en esquemas y categorías prefijadas.
Afortunada y paralelamente, tras varias
décadas de intensos debates sobre género, sexo, cuerpo y deseo es posible
hablar del amor desde la resistencia a lo dado, a lo establecido y recurrir a
vínculos más libres e igualitarios
que reconozcan nuevos modos de transitarlo. Sin recetas ni
prescripciones, sin estereotipos ni estigmatizaciones.
En ese sentido, apelar a la diversidad
implica pugnar por un escenario con respeto a la identidad de género, a la
orientación sexual de cada persona y con mayor libertad para desplegar todas
las expresiones.
En Argentina se cumplen 10 años de la
sanción de la ley de Identidad de Género, necesaria para ampliar la ciudadanía
incluyendo a las personas trans en el marco de los derechos humanos y
considerar dicha diversidad como un bien común.
La Ley 26.743 es el producto de la lucha de
muchas militantes que ya no están aunque su compromiso sigue acompañando la
expansión de derechos y ubicando a la Argentina como pionera en la región en
tanto ” garantiza la igualdad, el respeto y la dignidad”: estipula que cada
persona tiene derecho a decidir, desarrollar y expresar libremente su identidad
de género de acuerdo con su propia
autopercepción, sin obligación de someterse a ningún tipo de protocolo ni
diagnóstico, sin pasar por instancias
judiciales ni modificaciones corporales si no lo desea. Un simple trámite
administrativo habilita el cambio registral de nombre, imagen y “sexo” en la documentación de quienes no se identifiquen con el sexo asignado al
nacer.
Abre la posibilidad de vivir y disfrutar su
identidad como la sientan, “salir del closet” sin temor, desafiar los mandatos, amar y vincularse con más libertad.
Sin embargo, aún quedan restos de
discriminación, exclusión y violencias que requieren más pasos hacia una
profunda democratización, un mayor reconocimiento y una recepción real y
amorosa en todos los espacios.
Avanzar en el respeto a la diversidad es aportar a la construcción de
un mundo más justo donde, desde las diferencias sociales, culturales y étnicas,
lo múltiple alcance a los sexos, los géneros y las distintas combinaciones
entre ellos y se reivindique el derecho a ser y amar libremente y en igualdad.
No es por descuido ni por azar que más
arriba las palabras libertad e igualdad aparezcan repetidas, su búsqueda
persiste unida a la resistencia y las disidencias de modo que el amor con minúscula, en negrita o con los colores
del arco iris continúe presente en nuestras luchas.
* Socióloga feminista. Integra la Colectiva “Autoras Tangueras”
Obra de arte: "Amores" de Carolina Ortiz. Acrílico sobre madera.San Miguel del Monte. Buenos Aires (publicada en Calendarios 2021 de la Agenda de las Mujeres).