Amor y diversidad

14 Feb, 2024

Por Carolina Córdoba *

“El amor que nos negaron es nuestro impulso para cambiar el mundo  y lo                  estamos logrando.” Lohana Berkis

Febrero o Februarios, según la agenda pagana, recibe el nombre de la diosa Februa, madre de Marte y de Plutón. Entre los romanos era el mes de las fiestas Lupercales y las ceremonias purificadoras donde se llamaba februa a las tiras de piel de macho cabrío con que los celebrantes azotaban a las mujeres no sólo para “limpiarlas” sino, además, para propiciar la fertilidad y facilitar el parto.

En nuestro país, rituales más afectuosos lo celebran como el mes de los enamorados con festejos que nacen en la Edad Media europea y recuerdan el día en que San Valentín fue decapitado por casar en secreto a soldados que en la Roma de Claudio II lo tenían prohibido. Así es que, el 14 de febrero, abundan corazones rojos rodeando a Cupido que, según la mitología romana es hijo de Venus (diosa del amor, la fertilidad y la belleza) y de Marte (dios de la guerra). Ese niño alado dispara sus flechas caprichosas y en febrero, ya sea corto o bisiesto, custodia al Amor que, con mayúscula, luces y lentejuelas resplandece a través de sus íconos más tradicionales en vidrieras y escaparates. El mercado se despliega a través de atractivas ofertas acompañado en su tarea de producción y reproducción de significados por la educación,  la familia, las amistades, la religión, los medios de comunicación. En medio,  y  bajo el arco más vasto de la sociedad patriarcal, sobrevuela el denominado amor romántico que irrumpiera entre el Renacimiento y la Modernidad  reconociendo un amor heterosexual en el cual dos mitades, un varón y una mujer, se atraen  y  se complementan. Modelo que, más tarde el Capitalismo unirá a la monogamia y los signará como preceptos encargados de disciplinar el género.

De modo que Eros, dios del amor en la mitología griega,  hijo de Ares y Afrodita (diosa del amor), atraviesa todos los momentos de nuestras vidas,  irrumpe y desacomoda, abre puertas y descubre sentidos. Desborda todas las expresiones artísticas que, desde Romeo y Julieta hasta El Beso de Klimt comparten los mandatos culturales de cada época y encorsetan las   relaciones amorosas.

Hoy, también circula, unido a las narrativas políticas del momento, mediante  imperativos e ideales que, en busca de ”La Felicidad”, ofrecen seductoras fórmulas y refuerzan la  domesticación de los cuerpos. Invitaciones más “light” que aún, entre sus sugestivas opciones,  ocultan ciertas  moralinas, señalan ”lo normal” y rechazan toda forma de erotismo que no se inscriba en esquemas y categorías prefijadas.

Afortunada y paralelamente, tras varias décadas de intensos debates sobre género, sexo, cuerpo y deseo es posible hablar del amor desde la resistencia a lo dado, a lo establecido y recurrir a vínculos más libres e igualitarios  que  reconozcan  nuevos modos de transitarlo. Sin recetas ni prescripciones, sin estereotipos ni estigmatizaciones.

En ese sentido, apelar a la diversidad implica pugnar por un escenario con respeto a la identidad de género, a la orientación sexual de cada persona y con mayor libertad para desplegar todas las expresiones.

En Argentina se cumplen 10 años de la sanción de la ley de Identidad de Género, necesaria para ampliar la ciudadanía incluyendo a las personas trans en el marco de los derechos humanos y considerar dicha diversidad como un bien común.

La Ley 26.743 es el producto de la lucha de muchas militantes que ya no están aunque su compromiso sigue acompañando la expansión de derechos y ubicando a la Argentina como pionera en la región en tanto ” garantiza la igualdad, el respeto y la dignidad”: estipula que cada persona tiene derecho a decidir, desarrollar y expresar libremente su identidad de género de  acuerdo con su propia autopercepción, sin obligación de someterse a ningún tipo de protocolo ni diagnóstico, sin  pasar por instancias judiciales ni modificaciones corporales si no lo desea. Un simple trámite administrativo habilita el cambio registral de nombre, imagen y “sexo”  en la documentación de quienes  no se identifiquen con el sexo asignado al nacer.

Abre la posibilidad de vivir y disfrutar su identidad como la sientan, “salir del closet” sin temor, desafiar  los mandatos, amar y  vincularse con más libertad.

Sin embargo, aún quedan restos de discriminación, exclusión y violencias que requieren más pasos hacia una profunda democratización, un mayor reconocimiento y una recepción real y amorosa en todos los espacios.

Avanzar en el respeto a  la diversidad es aportar a la construcción de un mundo más justo donde, desde las diferencias sociales, culturales y étnicas, lo múltiple alcance a los sexos, los géneros y las distintas combinaciones entre ellos y se reivindique el derecho a ser y amar libremente y en igualdad.

No es por descuido ni por azar que más arriba las palabras libertad e igualdad aparezcan repetidas, su búsqueda persiste unida a la resistencia y las disidencias de modo que el amor  con minúscula, en negrita o con los colores del arco iris continúe presente en nuestras luchas. 

Socióloga feminista. Integra la Colectiva “Autoras Tangueras”

Obra de arte: "Amores" de Carolina Ortiz. Acrílico sobre madera.San Miguel del Monte. Buenos Aires (publicada en Calendarios 2021 de la Agenda de las Mujeres).