La noción de afecto reviste como muchas una polisemia intrínseca, derivada de su tematización variable históricamente desde distintos campos disciplinares y tradiciones de pensamiento. Partiendo desde una perspectiva analítica feminista, sin embargo, una primera aproximación a dicha polisemia parte de reconstituir marcos de inteligibilidad de cierta ubicuidad en la tradición occidental, en donde “afecto” aparece asociado a otros términos como “emoción / sentimiento / pasión”, y como estableciendo una relación dicotómica y binaria con la noción de “razón” o “entendimiento” (véase Binarismo). En ese sentido, “afecto” emergería en tanto uno de los polos de una serie de pares binarios oposicionales (Universal / Particular; Activo / Pasivo; Cultura / Naturaleza; Masculino / Femenino; Público / Privado; Conocimiento / Ignorancia; Mente / Cuerpo; etcétera), que operan a modo de estructuradores para organizar y dar sentido al mundo; y que se encuentran, como bien señaló la crítica feminista, fuertemente jerarquizados y sexualizados / generizados. A la manera de otras críticas al binarismo, la consideración del afecto dentro de estos marcos de inteligibilidad ha hecho posible reconocer una serie de correlaciones que han tendido a asociar lo afectivo / emocional / sentimental con lo femenino / pasivo / corporal, separándolos de sus contrapartes, y que han operado en una persistente devaluación de estas instancias, con frecuencia mediante su relegamiento al lugar de “lo no politizable” o lo que no puede ingresar en el orden del conocimiento.
Por supuesto, esta observación es analítica y no es totalizante: es imprescindible recordar que la constitución misma de los binarios y su efectividad sólo es posible por su característica inestabilidad situada. Como señala Eve Kosofsky Sedgwick en Epistemología del armario (1990), si bien estos pares se presentan como simétricos, la jerarquía que subordina el término B (en este caso, afecto) al A (en este caso, razón), implica otro funcionamiento más complejo: la valoración ontológica del término A sólo puede darse mediante la constitución del término B, mediante su inclusión y exclusión simultánea. Así, numerosas feministas han rastreado y reconstruido genealogías históricas sobre los tenores afectivos específicos que recubren incluso las nociones más desapasionadas de “razón”; sobre el modo diferencial en el que los afectos / emociones / sentimientos se inscriben en los discursos filosófico, político y científico (por nombrar sólo algunos) y en sus instituciones; y sobre el funcionamiento variable que ese ingreso / expulsión puede tener, según su integración a determinadas estrategias de (des) autorización de saberes o sujetxs políticxs o epistemológicxs específicxs. Un ejemplo de esto lo encontramos en la lectura que realiza Allison Jaggar (1989) sobre los principios epistemológicos que orientaron el proceso de constitución de la ciencia moderna: si bien se rehabilita la percepción sensorial como fuente de conocimiento, ésta aparece vinculada a una concepción de “hecho natural” que debe separarse de cualquier forma de “valor humano”. En ese proceso, la emocionalidad se redefine como un obstáculo, una serie de “pasiones” que amenazan la adecuada sucesión de inferencias lógicas a partir de los hechos llanos (p. 152). Una operación similar es la que realiza Karin Littau (2008 [2006]) al reconstruir los modos en los que lo corporal / afectivo / emocional se ha tematizado de forma variable en la crítica del arte, la estética y la crítica literaria. Se observa así cómo la dicotomía razón / afecto no es unívoca a lo largo del tiempo incluso en la llamada “tradición occidental”, y cómo se refigura continuamente con respecto a las apuestas político-epistemológicas de momentos históricos concretos.
De esta manera, la consideración del estatuto epistemológico y político de los afectos se ha plasmado en estrategias políticas feministas sumamente variadas y no necesariamente compatibles o subsumibles entre sí: desde posicionamientos por una revalorización de los afectos y de instancias tradicionalmente feminizadas (reversión de las jerarquías), politizaciones de lo personal y lo íntimo, experimentaciones corporales / afectivas, hasta diferentes llamados a desestabilizar / abolir / superar los binarios.
El reconocimiento de “afecto” o “afectividad” como un término con un estatuto específico en el contexto actual, no obstante, también debe rastrearse al surgimiento del llamado “Giro Afectivo” o “Giro hacia los afectos” en las ciencias sociales y humanas desde mediados de la década de los 90 en adelante. Una definición más general de “giro” es la siguiente: “Con esa denominación se hace referencia -al mismo tiempo que se distingue y se jerarquiza- a desplazamientos producidos en el concierto de la reflexión teórica debido sobre todo a conceptos que permiten sortear ciertos obstáculos epistemológicos” (Boria, 2016, p. 23). En consecuencia, el llamado “giro afectivo” hace alusión a una intensificación del interés por el estudio de los afectos en su estatuto diferencial, principalmente en la academia anglófona, a partir de las décadas de los 90 y los 2000. En 1995 se publican dos artículos que más tarde serán considerados “fundacionales”: Shame in the cybernetic fold. Reading Silvan Tomkins, de Eve Kosofsky Sedgwick y Adam Frank; y The autonomy of Affect, de Brian Massumi. Aunque tendiendo lazos con tradiciones teóricas no coextensivas entre sí (Segdwick y Frank, con la psicología de Silvan Tomkins, impactada por la cibernética; y Massumi, con la lectura deleuziana de Spinoza), ambos artículos suponen una crítica a la ubicuidad de las perspectivas lingüísticas, discursivas y textualistas del momento (derivadas del “giro lingüístico” previo), para proponer en cambio un estudio de lo material y lo afectivo en su especificidad. De esta manera, el afecto resurge como algo que no puede ser reducido al discurso, ni a lo meramente epistemológico: es algo del orden de lo ontológico, “una intensidad material que emerge a través de los espacios ‘intermedios’ de los encuentros encarnados, haciendo circular el poder no como modo de regulación discursiva, sino como la posibilidad de de ‘llegar a ser de otro modo’” (Pedwell y Whitehead, 2012, p. 116). La distinción entre “afecto” y “emoción”, entonces, se vuelve fundamental: frente a las formas socialmente y culturalmente inteligibilizadas de lo afectivo (las emociones: lo accesible epistemológicamente), el afecto se presenta como una instancia autónoma.
En la década de los 2000, por otro lado, surgen las primeras antologías que hablan explícitamente de un “giro afectivo”: The Affective Turn. Theorizing the social (2007), compilada por Patricia Ticineto Clough y Jean Halley, es una de las más resonadas. Sin embargo, en ellas se hace evidente la no univocidad de los marcos y las tradiciones teóricas que se emplean para hablar de “afecto”: por ejemplo, no todxs acuerdan con esta distinción entre afectos y emociones y sus implicancias, especialmente en lo referido al “reduccionismo” o “dualismo” que se le adjudicaría a las perspectivas discursivas previas. En este punto, la relación de los feminismos con el giro afectivo (y en extensión, con los llamados “nuevos materialismos”) se complejiza. Si bien un gran número de teóricxs feministas y queer pueden considerarse figuras referenciales dentro del campo del giro afectivo (la propia Sedgwick, Sara Ahmed, Ann Cvetkovich, Lauren Berlant; por mencionar sólo algunas de las más conocidas), sus enfoques sobre el afecto son variados e incluso establecen tensiones entre sí. Uno de los puntos álgidos de estas tensiones se plasma en la puesta en cuestión de la idea de una “novedad” en la consideración del afecto, que con frecuencia oblitera las genealogías feministas en su estudio (Fischer, 2016). Es así como Sara Ahmed (2008), por ejemplo, ha llamado la atención sobre los “gestos fundacionales” del giro afectivo y de los nuevo materialismos, que suelen desestimar consideraciones previas desde el feminismo como insuficientes, sin realizar no obstante ninguna lectura cercana de ellas, ni establecer un diálogo con las mismas. En contraposición, la efectividad del “giro afectivo” o del “nuevo materialismo” como puntas de lanza parece cifrarse muchas veces en una desconexión con aportes previos de los feminismos y de otros movimientos, congruente con procesos de subalternización epistemológica y política. Si sumamos a esto los procesos de emocionalización de la sociedad (Pedwell y Whitehead, 2011, p. 116), en el marco de un capitalismo avanzado que introduce explícitamente a los afectos en el centro de sus apuestas, se vuelve indispensable examinar este “giro hacia los afectos” en sus funcionamientos situados y estratégicos.
Esto tiene ramificaciones particularmente importantes si pensamos una mirada sobre los afectos y el giro afectivo desde otras situacionalidades “no centrales”, como son las latinoamericanas. Como dijimos anteriormente, el “giro afectivo” es una denominación que se extiende desde la academia anglófona: la idea de una narrativa temporal lineal sobre los afectos (desde una marginalización o un reduccionismo discursivo, hacia una consideración de su especificidad) se hace especialmente problemática si consideramos, por ejemplo, la mediación de las traducciones en nuestras academias vernáculas, los “diálogos” unilaterales con las academias centrales, y las relaciones de centro-periferia que se establecen incluso al interior de nuestros propios países. En ese sentido, es imprescindible recordar que la apelación a un “giro afectivo” o a una “novedad” de la consideración del afecto y los “nuevos” materialismos como claves emancipatorias también se inscribe en geopolíticas del conocimiento que terminan reproduciendo matrices de producción y valoración diferencial de los saberes dentro de los propios estudios feministas y queer (Miskolci, 2014), matrices que deben ser continuamente revisadas y cuestionadas desde nuestras situacionalidades concretas.
Cam Roqué López
Bibliografía
Ahmed, S. (2008). Open Forum Imaginary Prohibitions: Some Preliminary Remarks on the Founding Gestures of the `New Materialism’. European Journal of Women’s Studies, 15(1), 23-39. https://doi.org/10.1177/1350506807084854
Boria, Adriana. (2016) “Operaciones de la teoría feminista”. En: Prácticas teóricas 2: el lugar de las teorías. Córdoba: Editorial del CEA. Pp. 23-37
Boria, Adriana y Anastasía, Pilar (comp.) (2019) Prácticas teóricas 3: el lugar de los afectos. Córdoba: Editorial del CEA.
Fischer, Clara. (2016). Feminist Philosophy, Pragmatism, and the “Turn to Affect”: A Genealogical Critique. Hypatia, 31(4), 810-826. doi:10.1111/hypa.12296
Jaggar, Alison M. (1989) Love and knowledge: Emotion in feminist epistemology. Inquiry, 32:2, pp. 151-176
Littau, Karin. (2008 [2006]) Teorías de la lectura. Libros, cuerpos y bibliomanía. Buenos Aires: Manantial.
Miskolci, Richard. 2014. “Queering the Geopolitics of Knowledge”. En Elizabeth Sara Lewis et al. (eds.), Queering Paradigms IV: South-North Dialogues on Queer
Epistemologies, Embodiments and Activisms. Pp. 13-30. Bern: Peter Lang.
Pedwell, Carolyn, y Whitehead, Anne. (2012) Affecting Feminism: Questions of Feeling in Feminist Theory. Feminist Theory Número 13(2), pp. 115–129.
Ticineto Clough, Patricia, y Halley, Jean. (2007) The Affective Turn. Theorizing the social. Durham y Londres: Duke University Press.