En este artículo ponemos en consideración el nacimiento y primeros desarrollos de la antropología feminista y su necesaria conexión con el movimiento feminista que le dio origen.
ANTROPOLOGÍA FEMINISTA. El movimiento feminista, como todos los movimientos sociales produce conocimiento y ese conocimiento impacta en todas las disciplinas. En ese sentido la antropología no permaneció al margen de las movilizaciones políticas de los años 60 y 70 del siglo XX y se constituyó como “feminista” al calor de esas luchas, ya que si bien hubo casos individuales de antropólogas feministas anteriores, éstos no constituyeron una corriente que llegara a las universidades, como en este período. Incluso esos casos individuales se conocieron en esta época gracias al rescate que hicieron de ellas las antropólogas feministas (Tarducci, 2015).
En esos años, tanto en Estados Unidos como en Francia, las antropólogas formaban parte de grupos feministas y muchas de ellas participaban activamente no solo en actividades del movimiento feminista sino también en diferentes grupos contraculturales, así como en contra de la guerra de Vietnam y a favor de la descolonización de Asia y África.
Los aportes de las antropólogas feministas francesas son mucho menos conocidos. Ellas formaron parte o eran muy cercanas a la revista Questions Féministes que se publicó entre 1977 y 1980 y que reunía a pensadoras del feminismo materialista francés. Por suerte sus obras están siendo rescatadas y traducidas al castellano por académicas muy comprometidas con el movimiento feminista latinoamericano como la dominicana Ochy Curiel y la francesa Jules Falquet.
La primera tarea que ocupó a las antropólogas feministas de los comienzos fue develar un conocimiento que aparecía como neutral, poniendo de manifiesto que la antropología académica era androcéntrica al no tener en cuenta el mundo alrededor del cual giraban las vidas de las mujeres y etnocéntrica por universalizar concepciones occidentales sobre lo femenino y lo masculino a otras culturas.
A su vez, por ser una disciplina de carácter comparativo, fue demandada para que mostrara evidencias de la situación de las mujeres en otras sociedades diferentes de las occidentales. ¿En las sociedades simples estaban subordinadas como en las complejas? ¿La opresión de las mujeres por los varones es universal? ¿Cuál es el origen de la desigualdad entre hombres y mujeres? Recordemos además, que la Antropología cubre un amplio conjunto de saberes: el proceso de hominización, la prehistoria, la vida en pequeñas aldeas como en ciudades contemporáneas, etc.
El androcentrismo, o sesgo masculino, no sólo está en quienes investigan sino también en los “nativos” (varones) por cuya voz habla todo el grupo estudiado y cuyo testimonio nunca es cuestionado. Esto hacía que tanto la discriminación como la posibilidad de reacción de las mujeres permanecieran invisibles. Ni hablar de la exclusión de las mujeres como productoras activas y por lo tanto indispensables en el sostenimiento material del grupo.
Las antropólogas feministas desmontaron muchos de los lugares comunes de la disciplina y trabajaron intensamente para llevar los nuevos saberes a las universidades, escribiendo libros y dictando seminarios. Podemos mencionar algunas de esas obras pioneras como la introducción a la edición de 1972 del clásico de Friedrich Engels El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, escrita por la antropóloga Eleonor Leacock, que impactó positivamente en las antropólogas feministas de la época. En ella Leacock reflexiona sobre las consecuencias que trajo el mercado capitalista sobre la vida de las mujeres en las sociedades cazadoras-recolectoras.
El éxito de un seminario brindado en 1972 en la Universidad de Stanford , llevó a Louise Lamphere y Michelle Rosaldo a la publicación del libro más famoso de la antropología feminista, Woman, Culture and Society de 1974. Un año después apareció la compilación de Rayna Rapp Reiter, Toward An Anthropology of Women. En ambos están presentes las temáticas de esos años: la universalidad y el origen de la subordinación de las mujeres, el diálogo con el marxismo, las mujeres en las sociedades campesinas, la crítica a la existencia del matriarcado, la insistencia en que la opresión de las mujeres no comenzó con el capitalismo, el análisis crítico de las teorías sobre el parentesco, el examen de las unidades domésticas matrifocales, así como los cambios en las sociedades afectadas por la economía mundial. Salen a la luz la invisibilidad de las agobiantes tareas realizadas por las mujeres, que la etnografía realizada por antropólogas feministas pone en evidencia. Como lo afirma Reiter en la introducción de la compilación antes citada, la antropología debe ser orientada para estudiar a toda la humanidad y debe reexaminar críticamente las culturas y ser crítica con el material fáctico.
De ambas obras, algunos artículos se han transformado en clásicos como el de Sherry Ortner “¿Es la mujer con respecto al hombre lo que la naturaleza con respecto a la cultura?” y “Tráfico de mujeres, notas sobre la economía política del sexo”, de Gayle Rubin, donde se incluye formalmente género como categoría analítica en la antropología social y define al sistema sexo/género como el “conjunto de disposiciones por los que una sociedad transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana y en el cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas”.
Para las antropólogas de la tradición francesa, como la italiana Paola Tabet, en la gran mayoría de las sociedades conocidas, la desigual división del trabajo entre los sexos se apoya en un acceso diferenciado a las herramientas, a las armas y al conocimiento. Las mujeres realizan ciertos trabajos y son excluidas de otros en relación a los instrumentos utilizados en estas actividades. Es en las formas de control masculino de los instrumentos de producción (control que tiene como corolario el sub-equipamiento de las mujeres) donde se deben buscar los factores objetivos, las constantes de la división sexual del trabajo. Este control es un elemento fundamental de la relación de clase entre mujeres y hombres.
Como ella misma afirma, “comencé estudiando la distribución sexual del trabajo y el acceso diferenciado de los dos sexos a los instrumentos y las armas, para después analizar la organización social de la reproducción y de su imposición, y finalmente el intercambio económico sexual, o sea el continuum de relaciones económicas y sexuales que va del matrimonio hasta prostitución” (Tabet, 2018, 18).
Tanto las antropólogas norteamericanas como las francesas ayudaron a desmontar ciertas visiones idealizadas sobre las relaciones interpersonales en las sociedades sin estado. Estas visiones, permedas por un relativismo cultural acrítico no tenía en cuenta las relaciones de poder dentro de esas sociedades. Ahora bien, ¿cuáles serían los parámetros a utilizar para afirmar que las mujeres están subordinadas? Algunos de ellos fueron registrar a qué bienes materiales y simbólicos no tienen acceso las mujeres que pudieran ser indicadores del poder masculino, como por ejemplo, el control sobre la sexualidad femenina; control o robo de sus hijos; la restricción física de sus movimientos; la utilización de las mujeres en transacciones llevadas a cabo por varones; la limitación a su creatividad y al acceso a los conocimientos del grupo.
La problemática de la reproducción era central en estas puestas a prueba de la extensión de la subordinación, ya que el control sobre la sexualidad y la procreación, así como sobre las normas de filiación, de residencia, de circulación de la dote, de los tipos de matrimonios permitidos, el acceso a la herencia, entre otras, eran indicadores pasibles de aplicarse a diferentes tipos de organización social.
Las antropólogas feministas por un lado se aproximaron con otra mirada a las problemáticas tradicionales de la disciplina, como los estudios sobre parentesco y por el otro, abordaron nuevos temas, que habían sido invisibilizados en la disciplina, dando voz a la experiencia de las mujeres. Para ello utilizaron el trabajo de campo y la observación participante, con una escucha atenta y empática que permitió corregir la invisibilidad y distorsión de esas experiencias.
En América Latina, cuando esta historia comenzó, varios de sus países estaban bajo dictadura militar, en ellos el movimiento feminista se fue rearmando y consolidando en los años 80 y con una presencia activa en la academia en la década siguiente. Es importante, en ese sentido rescatar las trayectorias en nuestro continente de quienes con mucho esfuerzo llevaron el feminismo a las aulas, llenando de un nuevo contenido a sus clases y líneas de investigación, al mismo tiempo que se preocupaban por hacer visibles esos contenidos en los eventos científicos en los que participaban, a la vez que interactuaban comprometidamente con el movimiento amplio de mujeres. En ese sentido, en América Latina, las profundas desigualdades y las movilizaciones de las mujeres para enfrentarlas, impacta en el rumbo de la antropología feminista que se ha enriquecido enormemente al incorporar problemáticas como la violencia contra las mujeres, los femicidios, el movimiento de mujeres negras, de indígenas, campesinas, entre otras, construyendo lo que hoy se denomina conocimiento implicado.
El el año 2013 se realizó en Buenos Aires el primer Coloquio Latinoamericano de Antropología Feminista al que se sumaron los de México en 2015 y el de Bahia (Brasil) en 2018. Nos encontramos en congresos de la disciplina y en eventos militantes, constituimos redes formales e informales, donde damos a conocer lo que hacemos y nos juntamos al menos tres generaciones de antropólogas. Hemos permeado los saberes establecidos con una perspectiva, la de género, y con ella analizamos toda la sociedad.
Mónica Tarducci
Bibliografía
Antropologias feministas en México. Epistemología, éticas, prácticas y miradas diversas. México, UAM-UNAM, 2020. https://divcsh.izt.uam.mx/depto_antropologia/wp-content/uploads/2021/05/Antropologias-Feministas.pdf
Lamphere, Louise (2014), “Releyendo y recordando a Michelle Rosaldo”. En Mora, 20 (1). http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/mora/article/view/2336
Tabet, Paola. (2018), Los dedos cortados. Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
Tarducci, Mónica (2014), “La antropología feminista como activismo desde la academia”. En D. Daich (comp) 1º Coloquio Latinoamericano de Antropología Feminista, Buenos Aires, Librería de Mujeres.
Tarducci, Mónica. 2015. “Antes de Franz Boas: mujeres pioneras de la antropología norteamericana”. En Runa, Vol. 36, Nº2. http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/runa/article/view/1190
Mónica Tarducci