Artivismo

por Micaela Fernández Darriba

El artivismo, una fusión de arte y política, se ha desarrollado como una forma de acción pública comprometida con causas sociales. Aunque sus raíces se remontan al siglo XX, el artivismo se sistematizó y consolidó en el siglo XXI con las tecnologías digitales. 

El «artivismo feminista» se basa en el concepto de que «lo personal es político», abordando temas como el cuerpo femenino y la protesta estetizada. Grupos como Guerrillas Girls, Femen y Pussy Riot se han destacado internacionalmente. En América Latina, Mónica Mayer y Maris Bustamante son precursoras. Las acciones como el «Ni una menos», en la Argentina, y la lucha por el aborto legal, han demostrado la potencia transformadora del artivismo. Esta se manifiesta a través de diversas formas artísticas en espacios públicos y virtuales, siendo una herramienta esencial para el arte y el feminismo contemporáneo.

ARTIVISMO. El artivismo es un concepto contemporáneo que define una forma específica de hacer arte y de hacer política. La categorización del artivismo como tal es, en cierto modo, reciente; sin embargo, sus prácticas, con una mirada retrospectiva, vienen desarrollándose desde hace tiempo.

Si bien es difícil establecer fronteras entre el arte y la política, ya que todo arte es político, lo que diferencia al arte del artivismo es su forma deliberada de acción pública y su compromiso con determinadas causas sociales.

Aunque hablamos de una categoría reciente, sus orígenes pueden rastrearse en el siglo XX, junto al surgimiento de las vanguardias artísticas y políticas (Dadá, Situacionismo, Action Art). En estos grupos y colectivos se asientan las bases del artivismo. No obstante, presentan diferencias con lo que hoy conocemos como artivismo. Una de esas diferencias está ligada a los vínculos con el campo del arte y su tensión permanente. El artivismo no necesariamente está vinculado al campo del arte y sus acciones son respuestas políticas, podría decirse que estetizadas. Por otro lado, el artivismo no busca discutir el canon, el sistema del arte, ni sus relatos, ni instituciones legitimadoras.

Hacia fines del siglo XX algunos grupos asociados con prácticas políticas comienzan a desarrollar experiencias que ligan activismo político y arte, como modo de llamar la atención sobre la realidad social. Por ejemplo, los colectivos antiglobalización que denunciaron el saqueo provocado por las crisis del capitalismo.  

El artivismo, en este último tiempo, ha sido clave a la hora de instituir agenda y convocar manifestaciones de colectivos vinculados con los derechos sexuales, las minorías étnicas, la ecología y el pacifismo. También fue una herramienta utilizada en espacios y culturas tan remotas y disímiles como los levantamientos populares en el norte de África y Oriente Medio, conocidos como la «primavera árabe», y en el movimiento del 15-M en el Estado español.

En ambos casos, las mujeres protagonizaron las protestas y las acciones políticas que permitieron visibilizar sus demandas hacia el sistema patriarcal, dentro de los reclamos generales contra el neoliberalismo, el colonialismo y la violencia institucional.

El artivismo se caracteriza por producciones artístico/estéticas disruptivas en espacios públicos: intervenciones urbanas, performances, acciones callejeras, murales, grafitis, stencils, pegatinas, pintadas etc. Y, en el siglo XXI, con el auge de las tecnologías, el artivismo ha tomado también las redes, como una forma de apropiación política y estética.

Lo que se conoce en el presente como «artivismo feminista» mantiene una vinculación con el autoproclamado arte feminista de los 60 y 70. Las consignas del feminismo radical que enunciaban que lo «personal es político», son el puntapié para la reivindicación del cuerpo femenino, de lo subjetivo, de la performance como práctica y de la intervención en la esfera pública.

Las prácticas políticas feministas, en la actualidad, están marcadas por los cruces y fusiones entre esferas y campos. De este modo, la denuncia y el reclamo social se han convertido en terreno fértil para la estetización de la protesta política.

En EE. UU, el grupo más emblemático ha sido las Guerrillas Girls. Este colectivo surgido en 1985, en Nueva York, está integrado por un conjunto de artistas y activistas anónimas. Sus representaciones consisten en irrumpir en los espacios públicos con máscaras de gorilas y con carteles, para evidenciar la discriminación que padecen las mujeres en el arte y en la cultura y para denunciar la situación de violencia. Son significativos sus afiches en los que se cuestiona que las mujeres sólo aparecen en los museos si están desnudas, como objetos fetiche del arte y no como protagonistas.

Más recientemente, encontramos diferentes propuestas artístico-políticas, de ámbito mundial, cuya definición se inscribe en el artivismo feminista. Femen es parte de un movimiento internacional (Francia, España, Italia, Alemania, Suiza, Suecia, Polonia, Holanda, Canadá, EE UU, Brasil) que nació en Kiev, Ucrania, en 2008. Sus integrantes llevan a cabo protestas en las que exponen sus cuerpos, con escasa ropa, para denunciar la explotación sexual de las mujeres, el turismo sexual y los matrimonios forzados de las niñas. Las acciones de Femen suelen ser interrumpidas por la policía y sus integrantes terminan siendo arrestadas.

En 2011, surge en Rusia la agrupación punk-rock Pussy Riot. Sus acciones y performance buscan ocupar el espacio público para denunciar la violación de los derechos de las mujeres, de los derechos LGTBIQ y la falta de libertad de expresión. En febrero de 2012, tres de sus activistas encapuchadas ingresaron en la catedral de Cristo Salvador, de Moscú, e intentaron realizar un concierto en el que protestaban por la influencia de la religión, la represión y la persecución política. Las integrantes de Pussy Riot fueron arrestadas, procesadas y debieron cumplir una condena de cárcel.

En América Latina, las acciones de Mónica Mayer y Maris Bustamante, integrantes del grupo Polvo de Gallina Negra (1983), son verdaderos antecedentes del artivismo y, en especial, del arte feminista. Sus performances buscaban denunciar la violencia cotidiana hacia las mujeres, tanto en el ámbito doméstico como en la esfera pública.

En 2019, en Chile, se produjo una revuelta social debido al aumento en la tarifa del sistema público de transporte. Las constantes manifestaciones y la represión policial a lo largo del país dieron origen a una performance participativa. Esta performance creada por el grupo Las Tesis (formado en Valparaíso en el denominado Mayo Feminista chileno, en 2018), Un violador en tu camino dio la vuelta al mundo y fue replicada en diferentes países y traducida a distintos idiomas y lenguas originarias.

El artivismo alcanza especial interés para el feminismo a partir de la llamada «cuarta ola», cuya característica principal es la incorporación de nuevas actoras, una generación de mujeres jóvenes y de colectivos que, desde diferentes y remotas regiones del mundo, universalizan las acciones feministas y las replican utilizando los recursos de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación con la finalidad de viralizarlas en las redes sociales.

En la Argentina, el artivismo mostró su potencia transformadora a partir del «Ni una menos», de las protestas por el asesinato de Lucía Pérez y, principalmente, con las manifestaciones promovidas por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. También se imponen temas de agenda como la ecología, la disparidad salarial y el no reconocimiento de las tareas de cuidado, la inserción e igualdad de oportunidades en el deporte y la trata de mujeres, travestis, trans, niñas y niños con fines de explotación sexual. Este es el caso de Las Mariposas A.U.Ge. (Acción Urbana de Género), un colectivo surgido en 2014 de la mano de Blanco Rizzo, que se manifiesta frente a la Plaza de Mayo un día de cada mes denunciando la ausencia de «las desaparecidas en democracia», víctimas del proxenetismo.

En el contexto contemporáneo argentino, entre la década del 90 y principios de este siglo, pueden reconocerse las acciones de los colectivos feministas: Mujeres Públicas y GAC (Grupo de Arte Callejero), que, si bien su conformación no es exclusivamente femenina y/o feminista, algunas de sus integrantes pertenecían a ambos grupos.

Las acciones más emblemáticas de GAC estuvieron vinculadas con los «escraches» a los represores de la dictadura militar argentina (1976-1983) que aún permanecían libres y gozando de impunidad.

El colectivo Mujeres Públicas instala en el escenario político argentino un artivismo con una agenda exclusivamente feminista. Se reconocen como un grupo cuyo eje de trabajo es el «activismo visual». Una de sus primeras intervenciones es realizada en 2003 para el «Día Internacional de la Mujer» y se llama Todo con la misma aguja. Dicha acción consistió en pegar afiches en

las calles de Buenos Aires denunciando el aborto clandestino y las prácticas riesgosas a las que se someten las mujeres de escasos recursos. Toda la producción artística de Mujeres Públicas gira en torno al sometimiento, discriminación y violencia hacia las mujeres y a cuestionar la heteronormatividad impuesta por la sociedad patriarcal.

En la Argentina, el apogeo del Ni una Menos, de la Marea Verde, y la masificación de Encuentros Nacionales de Mujeres ha servido para visibilizar demandas que el feminismo histórico no logró masificar. Es clave, en este sentido, la toma del espacio público a través de la apropiación de la calle en las protestas y la viralización de los discursos a través de las redes sociales. El artivismo se plasma, del mismo modo, en grupos que pertenecen y en grupos que no pertenecen al campo de las artes (teatro, danza, performance, música, artes visuales) y expone una experiencia colaborativa, que no requiere conocimientos previos y participativa, al que se puede integrar cualquier activista.

En cada una de estas manifestaciones puede haber pancartas, afiches, pintadas, grafitis, cantos y bailes, muñecos y esculturas móviles, intervenciones del espacio con antorchas de colores, ropas y disfraces, bodypainting, glitter y maquillaje que cubre el rostro y el cuerpo de las activistas. La acción performática resulta fundamental para lograr la denuncia y la reivindicación precisa.

Entre los grupos más significativos puede mencionarse: Arda, Mujeres de Artes Tomar, la acción de Las Criadas, Cromoactivismo, Mediasombra Mural, Fuerza Artística de Choque Comunicativo (FACC), La Lengua en la Calle, Colectivo Fin de UN MundO (FUNO), Las Tamboras, medio Decálogo sobre el cuerpo, Cuerpos Desobedientes, Las Amandas, Vibramujer, Tejiendo Feminismos, entre otros.

El artivismo es una herramienta de fundamental importancia, tanto para el campo político como para el artístico. El artivismo feminista ha tomado gran parte de la lógica organizativa de protesta y de las reivindicaciones de la agenda feminista.

Micaela Fernández Darriba


Bibliografía

G. Ackerman (2013), Femen. En el principio era el cuerpo, Barcelona, Malpaso Ediciones. J. Alcázar (2008), Mujeres, cuerpo, performance en América Latina, en Araujo, K y Prieto, Quito, FLACSO.  R. Carras (2009), Pensamientos, prácticas y acciones del GAC, Buenos Aires, Tinta y Limón. A. Giunta (2018), Feminismo y arte latinoamericano. Historias de artistas que emanciparon el cuerpo, Siglo XXI Editores Argentina, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Mujeres Públicas (2008), Elige tu propia desventura. La increíble y triste historia de cualquiera de nosotras, Buenos Aires, Mujeres Públicas. D. Taylor (2012), Performance, Buenos Aires, Asunto Impreso.

Micaela Fernández Darriba. Licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA). Cursó las maestrías en Historia del Arte (UNSAM) y en Crítica de Arte (UNA). Integra la Red de Geografías y Epistemologías Feministas del Sur Global, la Red Musa Palabra y la organización La igualdad en Juego.

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