Ciberfeminismo

por Claudia Laudano

Corriente dentro del feminismo dedicada a explorar los vínculos entre internet, las tecnologías digitales y las mujeres. Se nutre de diferentes intervenciones, tanto a nivel individual como acciones colectivas, con incidencia fuera del ciberespacio, y de participantes de distintos orígenes sociales. 

Surgido en los 90, en plena expansión de internet y novedosas tecnologías infocomunicacionales, el ciberfeminismo ha desarrollado desde entonces un vasto cuerpo teórico y una praxis política inestimable. Entre las pioneras se encuentra el grupo de feministas australianas VNS Matrix vinculadas con prácticas artísticas, quienes en 1991 redactaron el Manifiesto Ciberfeminista para el Siglo XXI, con expresiones críticas a la hegemonía varonil en el ciberespacio. Entre sus afirmaciones virales se encuentran: “Somos el virus del nuevo desorden mundial”, “saboteadoras de la computadora central gran-papá”, “rompiendo lo simbólico desde dentro”, “infiltrando perturbando diseminando” y “el clítoris es una línea directa a la matriz”. En 1996 elaboraron el Manifiesto de la Zorra Mutante con el lema “Chúpame el código”.

Otro hito tuvo lugar en 1997, durante el 1er Encuentro Internacional Ciberfeminista en Alemania, donde se redactaron las 100 Anti-Tesis de lo que el ciberfeminismo no era.  En diferentes idiomas, entre otras tesis se postula que no es una fragancia, no es un ismo, no es rock and roll, no es un avatar, no es ideología y no tiene un solo lenguaje. Con esta propuesta lúdica e irónica esquivaron la exigencia de definir el ciberfeminismo o bien, lo resolvieron de otro modo. Por su parte, la británica Sadie Plant (1988) publicó Ceros + Unos. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, un libro sofisticado con estilo de un hipertexto, donde traza una relación sugerente para las mujeres entre las urdimbres de los telares y las de las computadoras. 

Para ese tiempo signado por manifiestos que abogaban por la feminización de la red, Donna Haraway (1995) constituye una inspiradora clave con su Manifiesto para Cyborgs, donde sostuvo que, como híbrido de máquina y organismo, el/la cyborg debía considerarse como ficción abarcativa de la realidad social y corporal, y como un recurso imaginativo sugerente de acoplamientos fructíferos. El texto constituye una obra polisémica, que excede las vinculaciones con los fenómenos de las tecnologías de la comunicación para abordar problemas de la biotecnología y las tecnologías de la visualización, con marcadas incidencias en los cuerpos de las mujeres. A finales del siglo XX, en tanto quimeras, híbridos teorizados y fabricados de máquina y organismo, Haraway sentenció: “Todxs somos cyborgs”. Ante la pregunta propia de su tiempo: ¿La figuración cyborg es neutra o generizada?, las respuestas feministas pendularon entre destacar el neutro de la figuración y otras que, por el contrario, consideraron ineludible afianzar la diferencia sexual. 

A la par de las producciones teóricas y las prácticas artísticas con tintes iconoclastas, las transformaciones tecnológicas de mediados de los 90 contribuyeron a revitalizar el activismo de grupos de mujeres y feministas, a la vez que generaron entusiasmo por habitar el ciberespacio, territorio que se vislumbraba prometedor y sin restricciones estructurales aparentes. En tal sentido, con un cúmulo significativo de expectativas, feministas de distintas latitudes incursionaron en diferentes sitios de internet por considerar al ciberespacio un sitio político fértil para disputar y subvertir los códigos culturales androcéntricos e instituir las propias visiones de mundo. No obstante, dicho proceso de apropiación tecnológica fue sinuoso, por razones de variada índole, entre ellas, visiones antitecnológicas y de desconfianza hacia las tecnologías en general y las tecnologías de información y comunicación (Tic) en particular, junto a imbricadas brechas digitales de género, clase y etnia.  

Cartografías de ciberactivismo feminista. A modo de pantallazo situado de la apropiación de Tic, como procesos materiales y simbólicos de dotación de sentido para determinados grupos o sectores según sus necesidades y las competencias disponibles, en Argentina se identifica un conjunto de experiencias destacadas de ciberactivismo feminista en el transcurso de las décadas (Laudano, 2021). En tal sentido, a lo largo de los 90 se registra una primera etapa de incursionar en el uso del correo electrónico y el acceso a conferencias electrónicas y listas de distribución de información por parte de un número acotado de activistas, grupos y ongs feministas, por ejemplo, ante el Foro de ONGs de América Latina y el Caribe en Mar del Plata en 1994, preparatorio de la IV Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing ’95. Por entonces, la brecha digital de género y clase se evidenciaba en el número reducido de mujeres con acceso a computadoras, con servicios de conexión a internet costosos y deficientes. 

Una segunda etapa se localiza a partir del año 2000 con la aparición en el ciberespacio de portales informativos de ongs y grupos de mujeres en la web 1.0 como modalidades aggiornadas de difusión y la conformación de listas electrónicas de debate. Entre estas últimas destaca la lista feminista de discusión RIMA, Red Informativa de Mujeres de Argentina, vigente desde el 2000 hasta la actualidad, junto a otras listas temáticas referidas a la legalización del aborto, contra la violencia hacia las mujeres, por la abolición de la prostitución y la trata de mujeres para explotación sexual. Con el abaratamiento de los costos y las competencias adquiridas de manera gradual, las experimentaciones pioneras dieron lugar a la apropiación material y simbólica de Tic por parte de un número mayor de activistas feministas, con tácticas combinadas entre el ciberespacio y el espacio público tradicional.

Con grados variables de coexistencia temporal, los dispositivos tecnológicos disponibles ofrecieron posibilidades de intercambio e intervención a distinta escala, como prácticas ciberfeministas que fortalecieron el entramado de conexión para tejer redes y organizar acciones articulada en torno al calendario feminista, campañas temáticas y de presión, la organización de jornadas de debate, la participación en los Encuentros Nacionales de Mujeres, las Asambleas y los Encuentros Feministas, y las articulaciones transfronteras, como las distintas redes temáticas latinoamericanas y los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe, entre otros. 

Así como en países del norte, una nueva oleada feminista disputaba sentidos en la esfera pública desde la blogósfera, durante la primera década del siglo XXI, en Argentina se constituyó una intensa red de blogs urdida por colectivas de jóvenes feministas. Durante esta tercera etapa, el blogueo, como especificidad generacional, potenció el intercambio y la visibilidad feminista en la web, con la circulación de símbolos, slogans y la creatividad estético-política, realimentada por la participación en espacios públicos tradicionales del movimiento de mujeres.

Una cuarta etapa se identifica hacia fines de esa primera década, con una migración tecnológica marcada hacia Facebook, la plataforma digital en auge por entonces, de extendido uso por parte de grupos y activistas feministas, que propició formas enredadas de acción y estimuló una renovada apropiación de fuerte carga testimonial respecto de diferentes prácticas violentas, así como convocatorias a acciones colectivas de protesta, on y off line, con diferentes grados de organización y urgencia.

En ese sentido, la experiencia feminista y del movimiento de mujeres de décadas confluyó junto a otros sectores sociales en la organización de la movilización nacional bajo la consigna feminista Ni Una Menos del 3 de junio de 2015, de la que participaron 400.000 personas en, al menos, 240 localidades argentinas, según una investigación propia (Laudano, 2019), para cuestionar los femicidios y la violencia hacia mujeres y jóvenes, con el apoyo de gran parte del arco periodístico-mediático y ningún sector social organizado como opositor.   

Convertido en hashtag, el lema #NiUnaMenos se diseminó por los muros de Facebook, la red comercial utilizada por el 80% de quienes accedían a internet por entonces. Al respecto, un hecho significativo se generó con la apertura de más de un centenar de sitios en dicha plataforma para difundir, convocar y organizar las movilizaciones en diferentes localidades, bajo modalidades de páginas, grupos de organización (públicos y cerrados) y eventos. 

En cuanto a Twitter, si bien para entonces se habían gestado acciones exitosas con hashtags feministas en distintos idiomas y grados variables de viralización, tales como #EndSH, #Aufschrei, #MachismoMata, #YesAllWomen, #EuNãoMereçoSerEstuprada, #Direnkahkaha y #NoAcosoCallejero; tras una convocatoria expresa a tuitear, el 3 de junio de 2015 el hashtag #NiUnaMenos marcó un hito en la plataforma en español al liderar las tendencias de la conversación nacional durante 8 horas y repercutir en las tendencias globales, así como en las coberturas mediáticas (Laudano, 2019). 

A partir del salto cualitativo que significó la apropiación de la plataforma para jerarquizar en la discusión pública la problemática de la violencia contra las mujeres y los femicidios, la táctica de los tuitazos planificados con hashtags sería capitalizada in crescendo desde el ciberactivismo feminista para incidir en la opinión pública o bien, movilizar de manera puntual ciertas causas vinculadas con la legalización del aborto, la búsqueda de mujeres y jóvenes desaparecidas, el abuso sexual infanto-juvenil, la lesbo y la transfobia, entre otras. 

Al conmemorarse el Día Internacional de las Mujeres el 8 de marzo de 2017, las acciones coordinadas on y off line entre feministas de distintas ciber regiones se potenciaron con la organización del primer Paro Internacional de Mujeres. Con conversaciones iniciadas en octubre de 2016, luego de dos paros nacionales de mujeres en Polonia, contra las restricciones al aborto legal, y en Argentina, contra los femicidios, el proceso de organización logró articular en la protesta a mujeres de 57 países de los cinco continentes, con la facilitación de las tecnologías digitales. 

En la oportunidad, se gestionaron cuentas en Twitter en distintos idiomas para viralizar la convocatoria al paro, generar acciones globales (de apoyo a la Women´s March contra la asunción de Trump y de denuncia al gobierno de Rusia por los cambios legislativos respecto de violencia contra las mujeres), impulsar distintas acciones urgentes y coordinar tuitazos mundiales. Dos de ellos resultaron trending topic en español con los hashtags #MujeresEnHuelga y #Yoparo8M (Laudano, 2019). 

Como balance general, el #8M 2017, en tanto instancia cúlmine de organización y articulación feminista internacional, posicionó al movimiento de mujeres como sujeto político internacional con capacidad de movilización on y off line en el contexto de la oleada de movilizaciones multitudinarias con deseos de transformación social de distintas desigualdades e inequidades. Desde el punto de vista de la dimensión digital, esta etapa se caracteriza por la utilización estratégica de redes sociales a los fines feministas.  

Como parte de este proceso de cambio, en reiteradas ocasiones se generaron ciberacciones, variables en cuanto a planificación y espontaneidad, centradas en testimoniar situaciones de violencia en redes sociales. Entre las más resonantes, se encuentra la del hashtag #MeToo, por la masiva adhesión que concitó en breve tiempo así como por las repercusiones internacionales que generó su diseminación en distintos idiomas y los debates que renovó respecto de las desigualdades sexo-genéricas en diferentes ámbitos. 

De modo simultáneo, se afianzó la utilización de hashtags feministas en español y en Latinoamérica como e-táctica, entre los cuales destacan #Cuentalo, #NoNosCallamosMas, #MiPrimerAcoso, #YoSíTeCreo, #Primeiroassédio y #SoyFeminista. En 2018 el debate legislativo por la legalización del aborto en Argentina encontró en el ciberactivismo en redes una de sus estrategias principales mediante los hashtags #AbortolegalYa y #AbortoLegaloClandestino, con notable repercusión en los medios, junto a las movilizaciones multitudinarias y los pañuelazos en las calles del país. En la oportunidad, se evidenció una capitalización feminista de la mutua imbricación entre los procesos de viralización y mediatización, que resultó fructífera para impulsar el debate con el hashtag #AbortoLegal2020 en plena pandemia por covid-19 y obtener la legalización del aborto a fines de 2020, tras décadas de activismo feminista. 

Para finalizar, si bien durante estas décadas el ciberfeminismo logró infiltrar al patriarcado, en distintas dimensiones y con diferentes intensidades; el contexto general donde se desarrollaron estas prácticas cambió, hacia un capitalismo de plataformas, capaz de rentabilizar las intervenciones y los afectos.  A la vez, resulta insoslayable recuperar ciertas advertencias respecto de las limitaciones del activismo digital. Por un lado, porque se han desarrollado un conjunto de prácticas de violencia en línea o relacionadas con dispositivos tecnológicos, que afectan la posibilidad de la expresión e incluso de la participación, y, por otro, cuestiones vinculadas con el acceso a las Tic y las competencias comunicativas, así como la democratización del acceso a la información y el uso de la palabra y las imágenes; ya que se pueden destacar las voces de ciertos grupos o personas con mayores habilidades y capital social, al tiempo que se opacan las acciones colectivas y las trayectorias vitales de sectores del movimiento de mujeres y feminista. Respecto de la autonomía tecnológica, cabe indicar que los principales sitios utilizados en las movilizaciones colectivas constituyen plataformas corporativas y que, dentro de los retos pendientes del ciberactivismo feminista, resta un debate amplio acerca de ellas, así como de estrategias con software no propietario. 

Claudia Laudano


Bibliografía

D. Haraway (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza, Madrid, Cátedra.

S. Plant (1998). Ceros + Uno. Mujeres digitales + la nueva tecnocultura, Barcelona, Destino.

R. Zafra (2019). Ciberfeminismo. De VNS Matrix a Laboria Cuboniks, Barcelona, Holobionte. 

C. Laudano (2019). “Acerca del uso estratégico de TIC en movilizaciones feministas”, en A. L. Rivoir y M. J. Morales (Coords.), Tecnologías digitales. Miradas críticas de la apropiación en América Latina, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, CLACSO, pp. 357-369. En: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191128031455/Tecnologias-digitales.pdf

C. Laudano (2021). “Ciberfeminismo”, en Gamba, S. y T. Diz (coords.) Nuevo Diccionario de Estudios de Género y Feminismos, Buenos Aires, Biblos, pp.105-109.


Claudia Laudano. Doctora en Ciencias Sociales (UNLP). Maestra en Ciencias Sociales (FLACSO). Lic. en Comunicación Social (UNLP). Pionera en los Estudios en Comunicación y Género. Prof. Titular en la UNLP. Dicta seminarios de postgrado en diferentes universidades. Sus publicaciones se encuentran en:   https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/perfiles/0760LaudanoC.html






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