ARQUETIPOS FEMENINOS:
Diosas, Guerreras, Amantes, Sabias, Reinas y Heroínas que nos muestran distintas maneras de Ser Mujer
Por Sandra Román
La contadora de historias paseaba entre los tipis, siempre perseguida por la gente pequeña de la tribu. Esperaban con ansiedad que ella se detuviera para retorcer su larga melena y recogerla en un rodete, en lo alto de su cabeza. Era la señal de que el relato de una buena historia estaba a punto de comenzar…
En todas las culturas, el relato oral fue la manera de transmitir la cosmovisión del clan. No solo la moraleja era importante, sino los caracteres de los distintos personajes, ya que proveían de los elementos fundamentales para la construcción de una personalidad. A través de ellos, se personificaba los valores que eran apreciados para la vida en comunidad y se describían los diferentes roles que podía elegir una persona para desarrollar a lo largo de su vida. Esos personajes eran los modelos arquetípicos a través de los cuales auto-percibirse.
El modelo patriarcal, que se impuso en todo el mundo hace aproximadamente unos cinco mil años, suprimió a las mujeres de los roles protagónicos, no solo de esas historias formadoras de conciencia sino, y consecuentemente, de la vida.
Héroes, guerreros, príncipes, reyes y magos comenzaron a desplegar un abanico de aventuras interesantes que no les estaban permitidas a las mujeres, quienes pasaron solamente a ser pasivas princesas, sirvientas maltratadas o viejas brujas, malvadas y peligrosas.
En el ámbito espiritual, la antigua Diosa Madre, creadora y sustentadora de la existencia, fue reemplazada por una figura masculina controladora y limitante. Entonces, el rumbo de la humanidad toda cambió.
En estos tiempos de revolución femenina, en todos los ámbitos, es muy importante recuperar los arquetipos que fueron suprimidos y relegados, para re-construirnos desde una nueva perspectiva, aunque basada en las raíces ancestrales del poder femenino. Y aquí entran en escena las Diosas, que vuelven a emerger desde los profundo de nuestra psique para que las manifestemos en nuestra vida cotidiana.
La psiquiatra y analista jungiana Jean Shinoda Bolen encendió la antorcha de una nueva psicología femenina –de un modo magistral- basada en los arquetipos de las Diosas Griegas. Sin embargo, los roles que ellas representan son los estereotípicos de esta cultura, ya que el panteón olímpico marca las bases sobre las cuales se asienta el patriarcado de Occidente. De modo que la tarea en esta nueva ola de feminismos tendría que enfocarse en explorar más atrás en el tiempo, llegando a los orígenes del legado matrístico para poder reencontrarnos con nosotras mismas.
Somos mucho más que tres…
Las culturas centradas en una Divinidad Femenina, solían percibirla como una entidad triple que representaba tres grandes etapas en la vida de una mujer: joven, madre y anciana. Las tres se reflejaban en las fases de la luna: creciente, llena y menguante, más la Luna Negra, que marcaba la brecha entre el espacio entre la muerte y el renacimiento.
Como mujer joven, ella era “doncella” o “virgen”, entendiendo por virgen a la “mujer soltera no sometida”. La madre era en realidad la mujer en su edad fértil, en la cual el rol de amante era también muy importante, pero ambas no estaban diferenciadas entre sí. La anciana o “crone”, como se la llama en inglés, representaba a la etapa posmenopáusica y se la identificaba con la figura de la bruja, pero no en el sentido maligno o peyorativo con el cual se la asocia hoy, sino en el de la mujer que al retener la sangre de vida en su cuerpo, se convierte en sabia y visionaria.
Resabios de esta Diosa Triple aún sobreviven en las versiones modernas que distorsionaron los antiguos cuentos de hadas. Aurora y Maléfica, Blancanieves y la Reina Brinhilde, muestran aspectos de la Diosa Triple, aunque deliberadamente disociados entre sí y puestos a competir, en lugar de nutrirse y empoderarse mutuamente.
Todas las mujeres llevamos estos arquetipos en nosotras y, si bien algunos de ellos se activan en los momentos de pasaje entre una edad y otra, podemos manifestarlas a todas, más allá de la fase de vida por la que estemos atravesando. La niña interior nos acompaña siempre, no hay edad para vivir la pasión y la sexualidad como amantes, somos madres de nuestras hijas e hijos para toda la vida así como de nuestras creaciones y podemos actuar con visión y sabiduría no importa lo jóvenes que pudiéramos ser.
Algunas pensadoras del movimiento de la nueva espiritualidad femenina, como Donna Hennes, reclaman un quinto arquetipo al que llaman la “reina” y que se ubica antes de la “crone”, teniendo en cuenta que en estos tiempos la expectativa de vida es mucho más larga y que la vitalidad física también se ha extendido. En la antigüedad, se era “vieja” a una edad más temprana, mientras que hoy no se considera que una mujer sea vieja por haber alcanzado la menopausia. Por el contrario, esta es una época de liberación y de encuentro con la propia soberanía, ya que no es necesario estar pendiente del cuidado de los hijos sino que se dispone de todo el tiempo para ser una misma y alcanzar los objetivos que desea.
Claro que, mujeres al fin, dentro de los arquetipos de Doncella, Amante, Madre, Reina y Crone, hay una miríada de formas de manifestarlos. Conocer qué Diosas representan esas variadas energías nos ayuda a encontrar los estilos que más resuenan con la forma de ser mujer que deseamos personificar.
Iniciadoras, guerreras y salvajes
La Diosa Virgen porta en su cuerpo la sangre que será fecundada cuando llegue su tiempo de madurez sexual. Puede ser creativa e inspiradora tanto como guerrera auto-suficiente. Ella nos pide volver a honrar nuestro ciclo menstrual para la sanación de nuestra autoestima herida y del planeta que necesita recuperar el liderazgo de la energía femenina.
Este arquetipo, en América del Sur, es equivalente al de “Ñusta” o “Princesa” e involucra la inocencia de la infancia que da la bienvenida a la encarnación en este planeta, sin preocuparse por el futuro sino por la alegría de estar viva. Ella necesita ser honrada, nutrida y cuidada por quienes buscan su toque inspirador”.
Cuando no recibe ese cuidado, se transforma en la adolescente guerrera que lucha por defender sus derechos y los de quienes la necesitan. No tiene miedo de lo que pudiera sucederle porque confía en la justicia de la Madre. Ella es una princesa amazona y un arquetipo que podemos invocar, cuando necesitamos establecer nuestros límites ante los demás o defender nuestras propias ideas y proyectos.
Ella es la inspiradora y creativa Diosa Brighid, en Irlanda, asistida por 19 sacerdotisas llamadas “brigantes”, que eran también guerreras como las walkirias nórdicas asociadas a Freya. Es la guerrera Anahí de los guaraníes y María Lionza, en Venezuela. La invencible Artemisa, la que no depende de nadie para ser ella misma.
Los rostros de la Diosa del Amor
La Diosa del Amor fue conocida con diversos nombres y ha sido adorada por mujeres y hombres de todo el planeta. Pero podemos decir, sin temor a equivocarnos, que se trata de una misma divinidad, a pesar de que las religiones que pusieron en primer lugar a los dioses masculinos trataron de cambiarla y manipularla a su antojo. La Afrodita griega, similar a la Venus de los romanos, por ejemplo, puede considerarse una versión patriarcal de las antiguas Asherah, Astarté, Ishtar o Inanna, veneradas en Oriente Medio, o la Rhiannon del antiguo mundo celta.
“Velas, música, flores y vino –la materia prima del romance, el sexo y el amor- son también la materia prima de rituales religiosos, de nuestros ritos más sagrados”, comienza diciendo Riane Eisler en el primer capítulo de su libro “Placer Sagrado”; y sostiene que esto no es una mera coincidencia sino la prueba de que para las primeras culturas que poblaron la tierra, las relaciones sexuales eran parte de la religión, y que el erotismo no constituye un rasgo “animal” de nuestra naturaleza sino una de las cualidades que nos distinguen de otras especies.
Ya porque regían los sentimientos o porque protagonizaron romances, estas diosas representan un poder femenino inquietante. Los patriarcas temen entrar en contacto con ese poder tanto como sucumbir a la belleza y al amor. Tal vez porque los tres están conformados de la misma sustancia los catalogaron de “demoníacos” y acusaron a las mujeres de haber traído el mal a la tierra. Las historias de aquellas Diosas fueron cambiadas y de Señoras Todopoderosas pasaron a ser víctimas.
A través de las historias de Blodeuwedd, Rhiannon, Freya y Aquehua podemos comprender muchos de los bloqueos que nos impiden concretar relaciones armoniosas. Cuando los hombres comenzaron a ejercer el poder sobre otros hombres y sobre las mujeres, muchas fueron sacrificadas y castigadas por ejercer su derecho a la libertad.
Nuestra tarea, en este nuevo milenio en que la Diosa ha vuelto a caminar sobre la tierra, es redimir a estas deidades, recuperar su antiguo poder que es el nuestro, y volver a colocarlas en el centro del altar. Volver a venerar a la Diosa del Amor nos permitiría abandonar la asociación patriarcal que une sexo con violencia, dolor y pecado, para celebrarlo como un regalo hecho por la Divinidad no sólo para asegurar la continuidad de la raza humana sino para disfrutar física y espiritualmente del hecho maravilloso de dar y recibir placer.
Creadoras, nutricias y maternales
Es muy importante rescatar la idea de una “madre arquetípica” para superar nuestro sentimiento de “orfandad” espiritual. Así lo entendían nuestras ancestras que dejaron tallas y dibujos de una Gran Madre embarazada en las cavernas habitadas durante las eras neolítica y paleolítica.
En su aspecto de “madre nutricia” podemos identificarla en las diosas del maíz como Ceres, Deméter, Ker, Etsanatlehi, Mama Zara y Tonantzin, entre otras. Las mujeres con estas características no solamente son dadoras de alimento físico sino también emocional y espiritual. Y también son Diosas que han sufrido el síndrome del nido vacío cuando los hijos crecen y por lo tanto necesitan conectarse rápidamente con el arquetipo de Reina para no llegar a convertirse en una “madre terrible” que puede incluso destruirse a sí misma.
El arquetipo de “Madre Terrible” es fácilmente reconocible en las diosas Kali y Medusa, por ejemplo. Ambas son creadoras y dadoras de vida, pero tienen también el poder de destruirla si sus energías no son canalizadas correctamente. Son arquetipos que pueden ayudarnos en el camino de regreso a nuestro poder creativo y nutriente. También pueden darnos una pista valiosa acerca de nuestros propios talentos, sepultados detrás de toneladas de prejuicios y falsas creencias acerca de nosotras mismas.
Con la espada de Kali, también podemos cortar el velo de la ilusión que nos impide conocernos en nuestra verdadera magnitud, mientras que la mirada de Medusa nos aporta una visión sabia y poderosa acerca de nuestro auténtico destino.
Soberanas de su propio reino
Dueña de sí misma, de su tiempo y de su destino, la Diosa Soberanía fue un antiguo arquetipo con el cual debían casarse los reyes para poder acceder a gobernar en Su nombre. Ese es el aspecto de la Dama del Lago como forjadora de la espada Excalibur que el Rey Arturo necesita ganar para merecer su corona.
Otros ejemplos de este arquetipo son la reina Ónfale, que compró a Hércules para que fuera su amante y las reinas celtas Maeve y Boadicea, guerreras y gobernantes autónomas. También la encontramos como Lady Godiva, una de las formas sobrevivientes de la Diosa Rhiannon, que se paseó desnuda sobre su caballo para reclamar a su esposo, el rey, que bajara los impuestos.
Y por encima de todas, Isis, la gran Soberana del Nilo, cuyo nombre, en una de sus acepciones, significa “trono”.
Sabias, chamanas y brujas
Señoras de la Vida y de la Muerte, las Diosas que representan el arquetipo de Crone son aquellas que luego de dar Vida y sostenerla tienen el poder de devorarla. Un encuentro con ellas siempre supone una gran transformación, el último gran “rito de pasaje”: una muerte y un renacer.
Sus múltiples nombres fueron Hécate, en Tracia y luego también en Grecia; Heket, en Egipto; Cerridwen o Keridwen y Sheela-Na-Gig, en las Islas Británicas; Ereshkigal, en Babilonia; Dhumavati, en la India; la Llorona, en México; la Dama del Lago celta, en su doble aspecto como la doncella Nimue y la “hag” (vieja bruja), Señora de las Manzanas y reina de la mítica Isla de Avalon, también conocida como la Triple Morgana.
Todas ellas nos recuerdan a la vieja que ofreció la manzana envenenada a Blanca Nieves y al hada mala que predestinó a la Bella Durmiente para que se pinchara el dedo con el huso y volviera a despertar luego de 100 años. Son también la Baba Yaga con la que debió enfrentarse Vasalisa para convertirse en sabia y la vieja bruja que confinó a Rapuntzel en lo alto de la torre encantada.
Siempre es preciso entregarles algo. Imposible pasar a través de ellas sin dolor ni pérdida, tanto como indudable es el hecho de que al emerger desde su mundo oscuro, lo haremos plenamente maduras, completas y transformadas.
Ella es también Nu Kua, la Diosa dragón de China, quien ordenó el caos luego la creación y Anna Perenna, la Abuela del Tiempo.
Volver a nuestra naturaleza de Diosas
Podemos reconocernos en cada una de estas diosas o mujeres arquetípicas; en el rol que desempeñaron, en su sufrimiento, en sus heridas y pérdidas. Ellas son un símbolo vivo en el interior de nuestro inconsciente. Sin saber nada acerca de ellas ni de su historia podemos identificarnos inmediatamente a través de sus imágenes. Porque ellas reflejan nuestros sentimientos más profundos y contienen en sí los conocimientos de una sabiduría muy antigua.
Elegimos ser quienes somos de acuerdo a la información que tenemos y los condicionamientos culturales que nos indican un camino a seguir y un modo de protegernos mientras lo recorremos. Pero más allá de esa personalidad que construimos desde nuestra infancia, existe nuestra verdadera identidad. Esa, nuestra auténtica esencia, un día se rebela y decide que ya no quiere permanecer más en la oscuridad. Entonces, se despierta y nos sorprende. Y a menos que sintamos un fuerte amor por encontrar la verdad en nosotras mismas, ella nos poseerá y se expresará, aunque hagamos lo imposible por continuar ocultándola. Cuando sientas esta fuerza incontenible que necesita emerger y expresarle, dale la bienvenida. Hay una nueva etapa que te está esperando, llena de aventuras y sensaciones nuevas!
Sandra Román: losrostrosdeladiosa@gmail.com
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