El Sacerdocio Femenino: Una diferente conexión con lo Divino
Por Ethel Morgan (*)
Hace demasiados años que la mente masculina se arrogó el derecho de comunicarnos con la Divinidad. Demasiados años que se nos forzó a escuchar en silencio lo que nos anunciaban como verdades absolutas, o tajantemente como la Voluntad de Dios.
Pero los dueños de la Verdad Absoluta de la presente cultura, sin embargo, exageraron en el momento de silenciar por completo las voces oraculares femeninas. Al fin de cuentas, ni siquiera los patriarcalísimos romanos tomaban las grandes decisiones políticas y militares sin el consejo de la Sibila.
La prohibición del sacerdocio femenino sugiere que las mujeres no son capaces de contactar con lo Divino ni de escrutar su propia dimensión espiritual. Sacerdote es el que media entre los mundos y permite que otros transiten a través de él hasta alcanzar los reinos del espíritu; el Sumo Sacerdote es el pontífice, o "hacedor de puentes", y en la Cábala Hermética la letra que lo representa es Vau, el "gancho" o "clavo" del que puedes tomarte para subir hacia Dios. Pero en las culturas patriarcales nada de esto tiene que ver con las mujeres, que —se supone— se quedan en la tierra sin posibilidad de aproximarse a las alturas, y sobre todo sin poder constituirse jamás ellas mismas ("Dios nos libre!") en el sostén o clavo auxiliador.
¿Qué significa entonces hoy el sacerdocio femenino? Bajo los preceptos patriarcales, por supuesto, es una aberración que compromete la pureza de las mediaciones masculinas; y que, por otra parte, amenaza con develar verdades diferentes de las que convienen a los sistemas imperantes. Pero desde la nueva perspectiva femenina, es otra forma de aproximarse a lo Divino para liberar los puentes de los esquemas y "verdades absolutas" del pensamiento patriarcal»
El puente personal surge del corazón de cada una de nosotras ese centro tanto divino como humano que Jung llamó el Sí Mismo y otras escuelas denominan el Yo Superior. Desde allí llama la vocación sacerdotal, que para las mujeres hoy implica el anhelo imperioso de reencontrarse con la Diosa y llevar su mensaje por el mundo. Desde allí llama, también, la esencia femenina indestructible que allí habita, una Virgen Instructora de, la que brota la sabiduría esencial de la mujer que sabe, pero debe llegar a ser consciente. (Helen Luke llama "La que Sabe que Sabe" a esa mujer consciente de ella misma que asoma en la cultura).
La Mujer Sacerdotisa
La imagen es glamorosa, pero hay que ir más allá del glamour; es decir, del falso brillo engañoso que resalta algunas partes de las cosas, mientras deja en la sombra otras más importantes y tal vez más difíciles. Si aspiras a ser sacerdotisa de la Diosa, has de considerar los compromisos contigo misma y con Ella, pero también con la humanidad en general. Si afortunadamente has logrado vincularte de algún modo con los niveles del espíritu, tu responsabilidad indeclinable es ayudar a los demás a hacer lo mismo; tu tarea es manifestar sobre la tierra lo que has vivido en los mundos interiores, e idear tus propios medios para hacerlo. Si eres sacerdotisa has de probártelo.
El cómo es lo difícil. En la notable Introducción de "Voces de la Diosa" (que te doy casi entera, porque no hay muchos textos tan espiritualmente autorizados acerca de este tema}, Caitlín Matthews alude al enriquecimiento extraordinario que nos trae el alinearnos con nuestra alma y formalmente reconocer nuestra espiritualidad; pero también a la incertidumbre, el miedo, la soledad y la carencia de apoyo emocional que hay que enfrentar en esta senda hasta encontrar seguridad interna.
Para las mujeres de la Diosa, sin embargo, no hay opción. El sacerdocio femenino, la mediación entre la humanidad desguarnecida y la fuente de los valores femeninos de benevolencia y compasión (tal vez la más alta de todas las virtudes), es la vocación más poderosa en estos tiempos a los que Caitlín llama “el desierto espiritual".
"Sacerdocio" proviene de la misma raíz de "sagrado": sacer, que en latín significa intocable, "en el doble sentido de santo y de sucio" dice Barbara Walker en su Enciclopedia de Mitos y Secretos. "Una persona o cosa sacer era puesta aparte para un propósito divino; era tabú, dedicada al otro mundo, evitada por la gente común debido a su fuerte carga de poder espiritual". En las antiguas culturas la presencia de las sacerdotisas es decisiva y omnímoda. En los albores de la historia registrada ya eran expertas traductoras de los misterios del nacimiento, del sexo y de la muerte, y custodias de los fuegos sagrados da los cultos. Hoy su ausencia marca un lado desprotegido y mutilado de la civilización, y por eso es tan urgente que regresen; no a través de comunidades religiosas ni instituciones demasiado organizadas, sino a través de las mujeres que experimentan éxtasis cotidianos sin saber qué les sucede, y a través de las que ya conscientemente se han ofrecido a la Diosa dentro del marco de la Nueva Espiritualidad.
Hacer obra sagrada
Tal vez tampoco hayas pensado que tu mediación sería también en el otro extremo del circuito espíritu/materia, porque la voz de la Tierra misma necesita que la escuchen. En "La Vía Occidental" John y Caitlín Matthews dicen lo siguiente: "Hay muchos cientos de sitios sagrados en nuestros países; muchos ruinosos o totalmente destruidos, otros todavía activos. Ellos aguardan tu visita, porque en el correcto estado mental puedes despertar sus energías adormecidas. Vitalizar un sólo centro da la red energética es enviar ondas reverberantes a todas partes de la tierra, Y luego podrás descubrir que, como dice Russell, estás en tierra sagrada e_ inhalas las emanaciones intoxicadoras que respiraban las Sibilas de la Antigüedad".
Esta tarea es sacerdotal por excelencia, pero también puedes hacer obra sagrada a través de tus propios recursos creadores libres de directivas patriarcales. Marion Zimmer Bradley escribiendo "Las Nieblas de Avalon" hacia obra sagrada para las mujeres de estos tiempos. Vicki Noble y Karen Vogel dibujando el Tarot Madrepaz también lo hacían, como también Mónica Sjöö al pintar sus cuadros de la Diosa en el paisaje; o Marija Gimbutas desenterrando estatuillas en Europa, o Ruth Shady descubriendo vestigios en Perú de la Ciudad—Madre de América.
En el extremo espiritual ya más estructurado hay mujeres notables que ofrecen otra imagen del sacerdocio femenino en estos tiempos. Tanto Olivia Robertson al frente de la Cofradía de Isis, como la "Tau" Rosamonde Miller (cabeza de la Santa Orden de María Magdalena integrada hasta hace paco sólo por sacerdocio femenino), han sido Sumas Sacerdotisas en los Tiempos Sin Diosa y han venido anunciando Su regreso. A mujeres como ustedes les toca continuarlas.
(*) Ethel Morgan es autora del libro “La Diosa en Nosotras”, publicado por Edaf en 1993. Colaboró con el Diccionario de Ciencias Sociales y Políticas y con las dos ediciones del Diccionario de Estudio de Género y Feminismos.
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