Por Alejandra Ciriza y Claudia Korol
Los feminismos del sur tienen su punto de partida en
diversas experiencias situadas de oposición y resistencia al orden patriarcal,
capitalista, racista y ecocida, al mismo tiempo que en críticas hacia las
perspectivas eurocéntricas respecto de las experiencias, genealogías y
conceptualizaciones feministas. Son experiencias a la vez situadas y
mundializadas, que se suelen transitar con un sentido internacionalista.
El término es una de esas palabras de difícil definición,
puesto que remite a diferentes usos, tanto políticos como académicos, e incluso
a desacuerdos irreductibles (no simples malentendidos) a propósito de qué son,
de dónde proceden y cómo se construyen los feminismos.
La idea de feminismos del sur hace referencia a un corte
espacial: el que existe entre los países ubicados al norte del globo y las
antiguas colonias, situadas al sur del mundo; pero también a una forma de
clasificación de los seres humanos que, según Fanon, supone a unos como
portadores del patrón de la verdadera humanidad, y considera a otrxs como
subhumanxs, apenas vagabundxs que merodean las fronteras de ese proyecto de
“humanidad” construido históricamente por Europa a partir de fines del Siglo
XV.
Muchos autores y autoras, desde Marx a Ruy Mauro Marini,
coinciden en señalar que la expansión material de Europa vino acompañada de un
proceso de acumulación de capital (que Marx denominó originaria o primitiva)
que generó desigualdades estructurales entre los países y los sujetos humanos.
Como señalan Ochy Curiel, Verena Stolke y Angela Davis, en forma simultánea se
produjo la división de la humanidad entre europeos y colonizados, una partición
que junto a la expulsión de judíxs y árabes de la península ibérica, la
imposición de regímenes de esclavitud a lxs africanxs y la conquista del
continente llamado América, dio nacimiento a la idea de “razas”. Silvia
Federici ha enfatizado el brutal sexocidio practicado a ambos lados del
Atlántico, que sujetó a las mujeres a la extorsión de su fuerza de trabajo y a
la dominación sobre sus cuerpos, mientras activistas y autoras como Vandana
Shiva no sólo han resistido corporalmente la explotación de la naturaleza
desencantada, sino que han puesto en cuestión la construcción de formas
parceladas, androcéntricas y eurocéntricas de conocimiento.
Las críticas feminista y anticolonial son productos de un
momento histórico marcado por la llamada edad de oro del capitalismo y la
emergencia de sujetos políticos convocados por la resistencia al colonialismo,
al productivismo y a la dominación y explotación de las mujeres. Nacieron en
terrenos parcialmente disímiles, de allí las dificultades para su articulación.
Por una parte se tiende a identificar los feminismos con la
experiencia de las mujeres blancas, de clase media, por lo general
heterosexuales –y también lesbianas muchas veces invisibilizadas en su
identidad-, que protagonizaron en Europa y Estados Unidos la crítica al orden
socio sexual existente hasta ese momento. Por la otra, los movimientos
anticolonialistas del tercer mundo son leídos como anticapitalistas,
antirracistas, pero también como predominantemente masculinos si no
masculinistas. Las formas como esos procesos condujeron a muchas mujeres y
disidentes sexuales a transgredir los límites de las formas normativas de vivir
sus corporalidades sexuadas, ha sido un asunto secundarizado. Esa percepción
suele funcionar a la manera de esquema interpretativo general y a constituir al
feminismo europeo y estadounidense en el paradigma del feminismo. Esta
interpretación se ha visto reforzada a través de la construcción de una
historia del feminismo a su medida, y de la elaboración de una perspectiva
conceptual que presenta esa versión del feminismo, una versión delimitada espacio-temporalmente,
corporal y experiencialmente, como el punto de vista crítico de la dominación
socio sexual por antonomasia. Es decir, se ha tomado una experiencia feminista
particular como si fuese la única forma posible de experiencia feminista, a la
vez que se la ha ubicado en el lugar de modelo para las demás.
Por otra parte las experiencias de las feministas del sur,
acuñadas al calor de las batallas anticoloniales, de la puesta en cuestión del
productivismo y la mercantilización, de la resistencia ante los avances sobre
la naturaleza, de la crítica hacia las agendas de derechos promovidas desde
occidente con pretendido alcance universal, de la puesta en cuestión de los
fundamentalismos religiosos, como lo ha hecho la feminista árabe Fatema Mernissi,
son percibidas a menudo, debido a su articulación con otros conflictos y a sus
raíces en otras culturas, como no feministas o como efecto de la influencia
ejercida por el feminismo occidental.
A partir del último cuarto del Siglo XX se conformaron varios
escenarios que contribuyeron a la visibilización de la especificidad de los
feminismos del sur: desde los foros que acompañaron las Conferencias Mundiales
sobre mujer, paz y desarrollo promovidas por la ONU, hasta los Foros Sociales
Mundiales, que operaron a la manera de puntos de confluencia de activistas y
académicxs procedentes de diversos puntos del orbe. En el caso específico de
Nuestramérica lo fueron los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe
iniciados en Bogotá, Colombia, en 1981; los Encuentros Nacionales de Mujeres
iniciados en Argentina en 1986 hoy devenidos plurinacionales e incluyentes de
disidencias y diversidades. A ello es preciso sumar un intenso proceso de
internacionalización desde abajo bajo la forma de Paros Internacionales
realizados a nivel mundial los 8 de marzo y el vertiginoso rejuvenecimiento con
la incorporación de numerosxs jóvenxs en distintos espacios de activismo y
agitación callejera.
Los feminismos del sur conforman un espectro amplio de
experiencias de mujeres y disidencias corporales y sexuales –lesbianas,
travestis, trans, bisexuales, intersex, no binaries- que a menudo no se
reconocen como feministas, debido a la carga eurocéntrica que el término porta.
Nacen de las experiencias encarnadas, situadas, singulares y colectivas a
propósito de las consecuencias políticas de la corporalidad humana en terrenos
parcialmente disímiles a la vez que ligados entre sí por la experiencia
colonial, en un mundo sujeto a un proceso de globalización capitalista que ha
acentuado la interconexión a la vez que las desigualdades. En respuesta a la
globalización desde arriba han ido creciendo experiencias de internacionalismo
desde abajo.
En ese terreno nacen los feminismos latinoamericanos
reivindicando la especificidad de la experiencia en el continente, los
feminismos, los feminismos comunitarios iniciados en Bolivia y Guatemala, los
feminismos indígenas, mapuche, aymara, guaraníes, y de otros pueblos
originarios, los feminismos negros, las experiencias organizativas de las mujeres,
travestis, trans, lesbianas migrantes –especialmente las racializadas que
sufren opresiones más profundas- ; los feminismos ligados a las experiencias
campesinas, villeras, de defensa de la naturaleza, los feminismos encarnados en
identidades travestis y trans (Lohana Berkins es una referencia ineludible de
esta experiencia). En otros puntos del planeta las mujeres se hacen escuchar,
desde las mujeres de Kurdistán y su propuesta de Jineolojî (ciencia de las
mujeres) que reconstruye prácticas y saberes, al movimiento Chipko en la India
y el movimiento de mujeres contra la desertificación en África, una de cuyas
más reconocidas activistas fue Wangari Maathai.
Ese cúmulo de experiencias ha generado, por una parte,
debates entre activistas y académicas relativos a las conceptualizaciones y los
supuestos epistemológicos y políticos de las perspectivas eurocéntricas. De
esos debates, sin embargo, los que han alcanzado mayor difusión son los que
viajan de norte a sur, impulsados por las usinas académicas y la industria
editorial. Autoras como como Gayatri Spivak y Chandra Mohanty , Gloria
Anzaldúa, Oyèrónké Oyěwùmí , todas ellas residentes en Estados Unidos y
procedentes del sur, o en el caso de Anzaldúa de la frontera, se han
transformado en las portavoces de un proyecto de desoccidentalización de los
feminismos que, una vez más, se escribe en inglés y transita de norte a sur.
Desde el sur geográfico una parte de esos debates han sido canalizados a través
de diversas vías, incluida la construcción de espacios autogestivos de
formación y el editorialismo independiente. También han contribuido a la
circulación de discusiones y elaboraciones conceptuales las editoriales
vinculadas a organizaciones académicas, como CLACSO, y las universidades de la
región.
Un proyecto más modesto de recuperación de genealogías
feministas y de mujeres desde el sur es llevado a cabo de manera colectiva por
activistas e intelectuales que han hecho visibles otras raíces y tramas para
los feminismos del sur, fundamentalmente a partir de la necesidad de recuperar
a las propias ancestras, como ha sucedido en Ecuador con las combatientes
negras por la independencia Jonatás y Nathan, con Dolores Caguango y Tránsito
Amaguaña; en el territorio de los Andes centrales con Bartolina Sisa y Micaela
Labastida; en Paraguay con la India Juliana; en el territorio de las otrora
Provincias Unidas del Sur con Remedios del Valle y Juana Azurduy.
Feminismos Populares del Abya Yala. Los Feminismos Populares
del Abya Yala han nacido desde las revueltas y rebeldías populares en las que
mujeres, lesbianas, travestis, trans, se encuentran en la primera línea, desde
las ollas comunes, los comedores comunitarios, las huertas en el campo y la
ciudad, los cortes de ruta, las recuperaciones de territorios ancestrales, los
gritos colectivos de Ni Una Menos -contra las violencias y los feminicidios-,
las acciones socorristas acompañando a mujeres y personas que abortan, y
exigiendo en las calles la aprobación de una Ley por el Aborto Seguro y
Gratuito.
Los Feminismos Populares tienen sus raíces en las
comunidades que cuidan y defienden los territorios agredidos por las políticas
extractivistas –que cuidan las superganancias de las transnacionales mineras,
del agronegocio, de las empresas forestales, de las constructoras de
megarepresas, entre tantas otras. En las resistencias de las mujeres de
diversos pueblos originarios, negros y afrodescendientes, quilombolas. En las
prácticas de pobladoras, campesinas, migrantes, villeras, piqueteras, mujeres,
lesbianas, trans y travestis que se consideran en prostitución y las que se
consideran trabajadoras sexuales. En las luchas de trabajadoras (ampliando el
concepto de trabajo, que incluye las dimensiones productivas y reproductivas)
de mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binaries, intersex.
La designación “Abya Yala” alude al territorio en el que
nacieron y se ampliaron estas experiencias, hasta volverse una gigantesca marea
que desbordó fronteras geográficas, políticas, culturales, y biológicas. “Abya
Yala” es el modo en el que el pueblo kuna, habitante de Panamá y de Colombia,
nombra al continente. Tiene distintos significados: “sangre que corre libre”,
“tierra libre”, “tierra que florece”. Los pueblos se apropiaron de este modo de
nombrar al continente, desconociendo así a la “América” que honra a Américo
Vespucio, evocando el “descubrimiento”, la conquista y la colonización europea.
El “desencubrimiento” de América va creando la identidad
colectiva con un territorio en el que las fronteras coloniales fragmentaron a
los pueblos, hasta desconocerse en limitadas identidades “nacionales” y
“estatales”, que fueron constituidas y gerenciadas por las burguesías locales
subordinadas al poder mundial. Al igual que el pueblo kurdo, que habita en los
territorios de cuatro Estados, muchos pueblos en este continente, como por
ejemplo los pueblos mapuche, lenca, guaraní, kolla, aymara, habitan territorios
que abarcan más de un estado nacional o provincial. Las fronteras geográficas
son cruzadas de manera permanente en un sentido y otro, siendo esas
“migraciones” estigmatizadas por los Estados. Las mujeres de este continente
–al igual que las mujeres kurdas- asumen ese tránsito como parte de sus
derechos ancestrales.
Los Feminismos Populares del Abya Yala se proponen la descolonización,
la despatriarcalización, la desmercantilización de las experiencias de vida en
las tierras que habitamos, partiendo de la recuperación de los saberes
ancestrales, de diálogos que nos permitan tejer la trama desgarrada por las
sucesivas conquistas, genocidios, invasiones, exterminios, feminicidios.
Estas experiencias promueven la impugnación de los Estados
Nación, advirtiendo su institucionalización como modo de organización de las
necropolíticas capitalistas, coloniales y patriarcales. Es parte de este
reconocimiento básico lo que hace a los Feminismos Populares del Abya Yala,
asumirse como plurinacionales, internacionalistas, reivindicando la voluntad
política de creación de una comunidad, donde las diferentes espacialidades
geográficas y las diversas corporalidades se vuelven territorios a cuidar, a
reconocer, a defender, frente a las agresiones de los sistemas políticos,
económicos, sociales, culturales, y los regímenes heterosexuales, que pretenden
delimitar lo normal, desde las lógicas hegemónicas de los patrones blancos,
occidentales.
Los Feminismos Populares del Abya Yala, en una gran parte,
integran o interactúan con movimientos populares, de trabajadoras/es, que son
parte de la Resistencia Indígena, Negra, Popular, que ya lleva más de cinco
siglos de luchas plurales. En muchos casos, estos feminismos han quedado
invisibilizados por la presencia potente de los feminismos hegemónicos,
académicos, de ONGs, que con su palabra erudita pretenden universalizar su
propia experiencia, y presentarla a partir de una mirada predominantemente
eurocéntrica, Occidental, del Norte (Ver Feminismos del Sur). Han quedado
invisibilizados también, porque siendo parte en gran medida de movimientos
mixtos, en ellos los varones han tenido lugares privilegiados de vocerías y
representación.
Si bien los Feminismos Populares de Abya Yala se reconocen
en experiencias ancestrales, en las voces que traen la memoria de lucha de sus
pueblos, es en el siglo 21 cuando han alcanzado mayor articulación. Más que en
citas académicas, o en la selección arbitraria de personas que supuestamente
representan a propuestas colectivas y comunitarias, queremos reconocer las
voces que los nombran en palabras múltiples, entre las que destacamos las de
Ramona (y de las mujeres organizadas en el EZLN de México, muchas de ellas
comandantas, que promovieron experiencias vitales como la Ley Revolucionaria de
Mujeres, los Encuentros Internacionales de Mujeres que luchan), Berta Cáceres
(y las mujeres y sectores LGTTBI que integran COPINH (Consejo Cívico de
Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras), Macarena Valdes (mapuche de
Gulumapu, y en ella a todas las mujeres mapuche que defienden territorios y
enfrentan las políticas extractivistas), Marielle Franco (activista negra,
lésbica, favelera, de Brasil, y en ella las palabras de las mujeres negras,
afrodescendientes, invisibilizadas históricamente en sus resistencias), las
mujeres trabajadoras rurales sin tierra en Brasil, y las integrantes de la Via
Campesina internacional, entre muchas otras que hoy enfrentan al golpe de
Estado en Bolivia, las políticas violentamente patriarcales en Brasil, a las
lideresas sociales asesinadas en Colombia, a las travestis como Lohana Berkins
y Diana Sacayan –que promovieron un feminismo no biologicista- y a todas las
mujeres defensoras de los derechos humanos, de la vida, que podemos nombrar en
el reconocimiento a Azucena Villaflor, María Ponce y Esther Balestrino (Madres
de Plaza de Mayo asesinadas por la dictadura). Muchas de las feministas
defensoras de la naturaleza y de los territorios, están hoy criminalizadas y
perseguidas, como Lolita Chávez, del Consejo del Pueblo K’iche’ de Guatemala, o
Miriam Miranda, de OFRANEH (Organización Fraternal Negra de Honduras). La
experiencia de los Feminismos Populares de Abya Yala, se escribe principalmente
en la piel del continente, lastimada por los sucesivos genocidios de los
pueblos, y por los feminicidios territoriales, empresariales, con los que el
patriarcado capitalista pretende disciplinar a los pueblos.
En la experiencia de los Feminismos Populares del Abya Yala,
se inscriben diversas articulaciones y movimientos que recuperan esos nombres,
o los re-escriben en clave colectiva. Teorizan sus prácticas en diálogos de
saberes, en talleres de pedagogía feminista y popular, en distintas formas
creativas de expresar sus sentires, sus reflexiones, sus horizontes de deseo, y
sus acciones.
Véase:
Anzaldúa, Gloria (2016) Borderlands. La frontera. Madrid:
Capitán Swing.
Cabnal, Lorena (2010) Acercamiento a la construcción de la
propuesta de pensamiento epistémico de las mujeres indígenas feministas
comunitarias de Abya Yala. Valencia: ACSUR, Las Segovias.
Cansiz, Sakine (2017). Toda mi vida fue una lucha. América
Libre
Carneiro, Sueli (2009) Ennegrecer al feminismo. Disponible
en http://bivipas.unal.edu.co/bitstream/10720/644/1/264-Sueli%20Carneiro.pdf
Espinosa, Yuderkys, Gómez, Diana y Ochoa, Karina (Eds.)
(2014) Tejiendo de otro modo: feminismo, epistemología y apuestas descoloniales.
Popayán, Ed. Universidad del Cauca.
Gargallo, Francesca (2004) Ideas Feministas Latinoamericanas.
México: Universidad de la Ciudad de México.
González, Lélia (1988) ”Por um feminismo Afro-latino-Americano”,
Isis, pp. 133-142.
Korol, Claudia (2018) Las Revoluciones de Berta. Buenos
Aires: América Libre.
Korol, Claudia compiladora (2016) Feminismos populares,
pedagogías y políticas. Buenos Aires: América Libre, Chirimbote.
Manual de la Escuelita Zapatista, Nº 1 y 2 (2016) La
libertad según lxs zapatistas. Buenos Aires: Editorial El Colectivo, América
Libre y Tinta Limón.
Mernissi, Fatema (2008) Las sultanas olvidadas. Barcelona:
El Aleph editores.
Mies, Maria y Shiva, Vandana (1997) Ecofeminismo. Teoría,
crítica y perspectivas. Barcelona: Icaria.
Mohanty, Chandra, Ann Russo, Lourdes Torres (1991) Third
World Women and the Politics of feminism. Bloomington: Indiana University
Press.
Spivak, Gayatri (1998) “¿Puede el subalterno hablar? Obis
Tertius, año 3 no. 6: 175-235.
Oyěwùmí, Oyèrónké (2017). La invención de las mujeres. Una
perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género. Bogotá: En la
frotera.