Primeros feminismos en Argentina

03 Dic, 2023

Por Susana Beatriz Gamba y Aida Maldonado Zapletal

Si entendemos el feminismo como movimiento, lucha, expresión, que promueve la liberación de la mujer y la igualdad de derechos sociales, políticos y económicos entre géneros, su historia se relata a través de hechos que dan cuenta de la desigualdad y de la opresión.

Con sus diferentes territorios, lenguajes, herramientas y circunstancias, y tras una larga cultura de dominación, las mujeres tardan en nombrarse y mucho más en trascender y perpetrarse.

¿Cuántas mujeres nos llegan del tiempo de la Revolución de Mayo, Independencia, culturas originarias o de los diferentes períodos? Aún con pocos nombres propios que acuñar, la rebelión de las mujeres es identificable en todo tiempo y geografía.

Originarias, inmigrantes, negras y mulatas, de todas las clases sociales, las mujeres están siempre presentes. Manuela Pedraza, “la Tucumanesa”, y Martina Céspedes, fueron -entre muchas invisibilizadas- dos valientes luchadoras durante las Invasiones Inglesas; las fortineras, patriotas como Juana Moro y María Loreto Sánchez que organizaron a las salteñas en una red de espionaje apoyando al Ejército de Belgrano en el Norte; las prostitutas de la Patagonia que en 1922 “no se acostaban con asesinos”; las empleadas domésticas, costureras, fosforeras de las huelgas en los comienzos del siglo XX; las que se hicieron escuchar en los debates políticos; las que exigieron votar y estudiar; las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, son muchas las mujeres que sin llamarse feministas se sublevaron ante las injusticias y resistieron los embates autoritarios del estado y la cultura patriarcal.

Las primeras expresiones llamadas feministas en Argentina se produjeron a partir de fines del siglo XIX, con el ingreso de las grandes corrientes migratorias europeas que trajeron las ideas del anarquismo, el socialismo y, más tarde, del comunismo.

Porción hermosa

“Porción hermosa de la sociedad” llamaba Petrona Ignacia Rosende a las lectoras de “La Aljaba”, periódico que (aludiendo al portador de flechas) fundó en Buenos Aires en 1830. Sin ser feminista, se dirigía a las mujeres y abordaba asuntos públicos.

Siguieron su derrotero publicaciones que también promovieron los derechos de las mujeres y cuestionaron los privilegios de los hombres, como La Camelia, a cargo de Rosa Guerra (1852); Álbum de señoritas, de Juana Manso (1854) y La Alborada de Plata, editada por Juana Manuela Gorriti (1877).

Potente en la difusión y promoción de la autonomía de las mujeres, y pionera en América Latina, “La Voz de la Mujer” fue la primer publicación feminista que convocaba a movilizarse contra la subordinación de las mujeres y trabajadoras, aunque las anarquistas se denominaban libertarias. Vocera del comunismo anárquico, entre 1896 y 1897, luchó contra la religión y todas las instituciones opresivas, y promovió la educación, la anticoncepción y el amor libre.

Ni dios, ni patrón, ni marido

El anarquismo tuvo gran relevancia en los orígenes del feminismo argentino, aunque no siempre explicitado en la historiografía política y feminista. Las prácticas revolucionarias y la composición obrera y popular de la gran mayoría de sus integrantes cuestionaron la tesis generalizada de un primer feminismo más elitista y burgués. Entre sus referentes trascendieron especialmente Virginia Bolten y Juana Rouco Buela.

Centraba su mirada en el poder ejercido sobre las mujeres en el matrimonio y la familia. Promovía las relaciones libres, ya que consideraba que el fin del casamiento era asegurar la transmisión capitalista de la propiedad y restringía la libertad y sexualidad de las mujeres.

Las trabajadoras, llamadas “las proletarias del proletariado” fueron tejiendo una resistencia frente a las inclemencias de un sistema de dominación y explotación.

De modo sintético mencionamos algunas de las medidas de fuerza que, impulsadas por diferentes frentes, procuraron detener el paso de las condiciones indignas:  las huelgas de las trabajadoras de Servicio Doméstico en 1891, 1901 y 1904; la lucha obrera de las fosforeras de Barracas, Avellaneda y Paraná en 1906, logrando en 1909 una asociación que las aglutine; la organización que forjaron las obreras telefónicas para pedir mejoras salariales en 1907; en 1936 se creó la Sociedad de Obreras Costureras de Confección en General, en 1941 se sancionó la Ley de Trabajo a Domicilio (Tucumán fue la primera en reglamentarla) y en 1942 se produjo una larga huelga de costureras a domicilio en Tucumán.  

El Partido Socialista, fundado en 1894, muy comprometido con la participación electoral y la reforma laboral, sobrepasó al anarquismo en la segunda década del siglo XX en cuanto a su inserción y propagación del feminismo. La creciente influencia del radicalismo también hizo lo suyo para eclipsar la influencia anarquista.

Universitarias, letras y artes

Entre 1885 y 1900 egresaron las primeras universitarias, en su mayoría médicas. Fueron también las primeras feministas “ilustradas” que promovieron derechos civiles y políticos. Algunas eran partidarias del socialismo, sufragistas y organizadoras de varios centros de convergencia y del primer Congreso Internacional de Mujeres de 1910, donde se destacaron las voces de Cecilia Grierson, Elvira Rawson, Julieta Lanteri, María Abella Ramírez, Alicia Moreau, Carolina Muzzilli, entre otras. Sus participantes militaban mayoritariamente en el Centro de Universitarias Argentinas, el Centro Socialista Femenino, el Centro Feminista y la Liga de Mujeres Librepensadoras.

En 1932 se constituyó en Buenos Aires la Agrupación de Mujeres de Letras y Artes. En su primera comisión, se destacaron Salvadora Medina Onrubia y Alfonsina Storni. Medina Onrubia fue una de las tantas invisibilizadas que merecen justicia y reconocimiento por su literatura y su militancia política anarquista. Aunque cuestionada por su modo de vida burgués y su marido, el fundador del periódico Crítica, fue la primera mujer que dirigió un diario en Argentina. Su obra de teatro, “Las descentradas” (1928), es clave del anarco-feminismo.

Entre 1924y 1925 se publicaron simultáneamente “De Francesca a Beatrice”, de Victoria Ocampo; “Akasha”, de Salvadora Medina Onrubia; y “Ocre”, de Alfonsina Storni.

Sufragismo y peronismo

La aparición en escena de Eva Perón y la promulgación en 1947 de la Ley 13.010, que universalizó el derecho al sufragio incorporando a las mujeres, produjeron un cambio significativo en el escenario del país.

La mayoría de las sufragistas históricas, tanto las socialistas como las radicales principalmente, (que en 1946 se opusieron a que Perón les otorgara el voto por decreto) apoyaron la medida al tratarse en el Congreso.

No obstante, las feministas de distintos partidos se aliaron en la Unión Democrática, oponiéndose férreamente al peronismo, acusándolo de populista, autoritario y muchas veces nazi fascista.

El creciente liderazgo de Evita (que sin decirse ni ser feminista) transformó la vida de las mujeres, especialmente de las trabajadoras. Con posturas polémicas y contradictorias, ya que por un lado ensalzaba hasta el extremo la figura de Perón, como líder y conductor, y desplegaba una retórica conservadora sobre el rol de la mujer y su “sagrada” función maternal, por otro lado también promovía su participación social y política.

Pese al fuerte cuestionamiento de las alas feministas, materializó derechos que venían reclamándose y en 1949 se fundó el Partido Peronista Femenino.

La primera experiencia de voto femenino se realizó en 1951. Se eligieron 109 mujeres, (entre diputadas y senadoras nacionales, y legisladoras provinciales) . El porcentaje alcanzado se adelantó 40 años a la Ley de Cupo femenino.

El nuevo feminismo

Los ‘60, comienzos de los ‘70, llegaron con los ecos de la revolución cubana, el mayo francés, guerra de Vietnam, asesinato del Che, movimiento hippie, descubrimiento de la píldora anticonceptiva, por unlado, y con la proscripción del peronismo y los gobiernos dictatoriales en Argentina, por el otro. Así surgieron varios grupos guerrilleros a los que se sumaron las mujeres, apostando a ese “hombre nuevo” que toma lasarmas para derrocar al capitalismo, confiando que con su triunfo se produciría también su liberación. No fueron feministas, aunque de hecho, cuestionaron el patriarcado.

A fines de los ’60, María Elena Oddone creó el Movimiento de Liberación de Mujeres (MLM).

Disuelto en 1970, apareció la Unión Feminista Argentina (UFA), precursora del nuevo feminismo e impulsada por mujeres como: Leonor Calvera, Gabrielle Christeller, María Luisa Bemberg, Hilda Rais, Sara Torres, entre otras. Funcionaba como grupos de autoconciencia, sobre sexualidad, aborto, menstruación, cuestionando los roles y mandatos impuestos.

Conformada en su mayoría por sectores medios, intelectuales y militantes de izquierda, su diversidad fue enriquecedora, si bien sus distintos intereses determinaron luego su escisión. El clima político imperante provocó tensiones entre quienes plantearon combatir al capitalismo y al patriarcado, y quienes quedaron sostuvieron que la lucha de clases era de segundo orden.

En 1974 se formó la coordinadora por el Año Internacional de la Mujer, integrado por funcionarios del gobierno de Isabel Perón, miembros de la UCR y el PC. Los movimientos feministas –MLF, ALMA, AMS, UFA, el MLM–, las agrupaciones por los derechos de las minorías sexuales y los partidos de izquierda -PST, FIP- se opusieron, porque el encuentro no preveía ninguna demanda del movimiento de mujeres. Estas organizaciones opositoras conformaron el Frente de Lucha para la Mujer, que planteó el salario para el trabajo doméstico, iguales oportunidades de acceso a la educación, guarderías infantiles, anulación de la legislación que prohibía la difusión y uso de anticonceptivos, aborto legal y gratuito, potestad y tenencia compartidas, entre otros.

Las locas de la plaza

Entre 1976 y 1983 reinó la dictadura cívico militar responsable demiles de desaparecidos, perseguidos y exiliados. Un grupo de mujeres, convirtiéndose en un ícono mundial en la defensa de los derechos humanos, se animó a enfrentarla reclamando por sus hijos.

Sin saber del feminismo, y a partir de su rol tradicional de madres, transgrediéndolo a su vez al tomar el espacio público, encarnaron más que nunca la consigna del nuevo feminismo: “lo personal es político”. A partir de ese proceso, años más tarde, algunas de ellas se asumieron como feministas.

Así, en esos años sombríos, la insurgencia femenina no se detuvo. En 1978, se constituyó en la provincia de Córdoba, la Asociación Juana Manso, actualmente en actividad.

En 1979, ligada a la Confederación Socialista Argentina fundada en 1975, nació la Unión de Mujeres Socialistas, presidida por Alicia Moreau.

Entre los grupos más importantes de comienzos de los ’80 mencionamos: Centro de Estudios de la Mujer (CEM, 1979), Amas de Casa del País (1982), Conciencia (1982), y Asociación Argentina de Mujeres de Carreras Jurídicas (1982), Asociación de Trabajo y Estudio sobre la Mujer (ATEM) 25 de noviembre (1982), Lugar de Mujer (agosto de 1983), e Indeso Mujer de Rosario (1984).

La recuperación democrática con su apertura, el retorno de las exiliadas y la fortaleza de las supervivientes internas, proporcionaron la savia nueva que alentó un renacer y crecimiento significativo del movimiento feminista, actualizando las demandas y debates de las luchas por venir.