Sofía, Diosa de Sabiduría * por Caitlín Matthews * Traducción de Ethel Morgan

16 Nov, 2023

CAITLIN MATTHEWS. "Sofía, Diosa de Sabiduría:  Lo Divino Femenino, de Diosa Negra a Alma del Mundo" 

(HarperCollins, 1991)

Prólogo: La Diosa Perdida

El Occidente está exiliado de la Diosa; sus facciones para nosotros son desconocidas, adivinadas, anheladas, rechazadas como aberración, temidas por monstruosas y deformes. En Occidente estamos obsedidos por la pérdida de nuestra Madre. Nuestro país materno es un lugar que muchos nunca han visitado, aunque se lo proyecta incesantemente como dorado matriarcado o como paraíso; pero si bien la casa de la Diosa está en malas condiciones tras tantos siglos de descuido, algunas han iniciado el trabajo de restauración mientras otros ya han vuelto a mudarse a ella y la están renovando desde adentro.

La Diosa de Sabiduría llega hasta las honduras de nuestra necesidad. Su ser está tan vastamente presente que no lo hablamos advertido. Por cierto, no conocíamos las honduras de nuestra necesidad ni que una sabiduría aliviadora estuviera cercana y disponible.

(...)

El  Retorno de la Diosa

Cuando hablamos de Dios, nadie pregunta "¿A cuál Dios se refiere?", como lo hacen cuando hablamos de la Diosa. Occidente ya no habla el lenguaje de la Diosa, porque el concepto ha sido casi totalmente borrado de la conciencia, aunque muchos estamos tratando de recordarlo. Nuestros ancestros eran muy jóvenes cuando fueron sacados de la cuna y ahora nos es difícil a nosotros, sus descendientes, hablar o pensar acerca de una deidad femenina sin la incomodidad del que pisa terreno extranjero. Nos han educado para pensar en la Deidad como masculina, y por lo tanto una Diosa resulta una idea chocante. Pero no hablamos aquí de una diosa sino más bien de la Diosa, y lo decimos atrevidamente y con creciente confianza porque descubrimos que nos gusta el sabor de la idea.

¿Cuándo se nos ocurrió esta idea?, puede preguntar alguien. Nosotros no inventamos a la Diosa; Ella siempre estuvo allí, desde el principio, le respondemos. De algún modo, la humanidad dejó el hogar y olvida a su madre. ¿Tal vez nuestros ancestros tanto la dieron por sentada que perdieron contacto? Bueno, nuestra generación quiere ahora volver a casa y ser parte de la familia de un modo más amoroso, porque Occidente tiene todavía que crecer mucho y la Diosa tiene mucho que enseñarnos. 

Las imágenes y metáforas que usamos para describir a la deidad suelen reflejar el tipo de sociedad y cultura dentro de la que crecimos. Tras dos mil años de imágenes masculinas, ha llegado el momento de reclamar a la Diosa. La Diosa es tan Deidad como Jesús, Alá O Jehovah. Habitualmtente no elige, sin embargo, aparecer bajo una única forma monolítica. Cada persona tiene una madre física; similarmente, la libertad de lo Divino Femenino para manifestarse de maneras apropiadas a cada individuo ha hecho que tenga muchas apariencias.

La reemergencia de lo Divino Femenino -la Diosa- en el siglo veinte ha empezado a derribar las barreras conceptuales erigidas por la religión ortodoxa y el conservadurismo social. Por primera vez en dos milenios, la idea de una Diosa como pivote central de la creación está encontrando una respuesta favorable. Las razones no son difíciles de descubrir: nuestro mundo tecnológico con su polución y su ecología desbalanceada ha puesto a nuestro planeta cara a cara con su propia mortalidad; nuestra insistencia en la trascendencia de la Deidad y en la desacralización del cuerpo y la evidencia de los sentidos amenaza exiliarnos de nuestro planeta.

La Diosa aparece de diversas maneras como un correctivo para este problema mundial. En épocas pasadas ha sido venerada como el Alma del hundo o espíritu del planeta, así como Madre de la Tierra. Su sabiduría ofrece una mejor calidad de vida, basada en una nutrición equilibrada tanto del cuerpo como del espíritu, y en satisfacción para la psique. Pero vivimos en un mundo en el cual, para una vasta mayoría, la Diosa no existe. No tienen concepto de la Deidad como femenina. (...)

Si bien las metáforas asiáticas de lo Divino Femenino pueden ser útiles para algunos, hay muchas metáforas similares que yacen olvidadas dentro de nuestra sociedad occidental. El mundo occidental está lleno de huérfanos de la Diosa. En una corte judicial, la pérdida de la madre se considera mitigadora evidencia de responsabilidad disminuida. Tal vez esto explique hasta cierto punto por qué Occidente ha perpetrado tantos crímenes.

De algún modo hemos perdido la sabiduría de la Diosa y nuestro mundo se ha empobrecido a causa de ello. No obstante, hay muchas señales de su presencia entre nosotras, y muchos desarrollos que llevan a su reintegración en nuestra sociedad.

Tal vez el mayor factor en la, reemergencia de la Diosa es el Movimiento de las Mujeres. Históricamente las mujeres han sido las portadoras de los hijos y las hacedoras del hogar; roles naturales que han sido infaliblemente reforzados por los regímenes políticos y espirituales de los dos últimos milenios. Con el advenimiento de una mejor tecnología y de los anticonceptivos, las mujeres han quedado al fin libres para exigir un estatus igual al de los hombres, y para ejercer su creatividad y espiritual i dad .

En su lucha, muchas mujeres se han vuelto hacia el concepto de lo Divino Femenino, hallando respuesta adecuada a sus necesidades espirituales más en una Diosa que en una Trinidad de representación masculina. Es con especial angustia que las mujeres se dirigen hacia la Diosa desde las profundidades de su necesidad. A medida que Sofía teje su obra de restauración, muchas mujeres están entendiendo que sus necesidades espirituales han sido especialmente dejadas de lado; también están descubriendo la confianza necesaria para asumir existencias espirituales y asumir su poder. Muchos comentaristas supuestamente maduros han menospreciado esta reacción femenina como "una fase que atraviesan las mujeres". Puedes creerme, nunca un movimiento fue tan oportuno como esta reasunción de la integridad femenina. Aunque este libro no está dirigido exclusivamente a las mujeres, pone de relieve sin embargo el desprecio que ha sufrido la mujer.

 Traducción de Ethel Morgan